Entre los que asisten a misa el domingo, algunas personas son elegidas para presentar el pan y el vino al sacerdote mientras él prepara el altar para las oraciones de consagración.
Si bien a primera vista puede parecer un tipo de intermedio, esta es de hecho una acción litúrgica con una larga historia y un profundo simbolismo.
La Enciclopedia Católica simplemente dice:
“Originalmente, en este momento, la gente traía pan y vino que eran recibidos por los diáconos y colocados por ellos en el altar“.
Eran personas de la propia comunidad normalmente las que se encargaban de hornear el pan y adquirir vino para la misa, por lo que esto servía como un momento práctico dentro de la liturgia para presentar los elementos necesarios para la misa.
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Nikolaus Gihr en su Sacrificio de la Misa explica parte del simbolismo de este acto:
En primer lugar, la oblación (oblatio) se relaciona con los elementos eucarísticos: el pan y el vino son retirados del uso común, consagrados a Dios y previamente santificados, para que puedan prepararse y adaptarse a su destino indescriptiblemente exaltado. Renunciamos a todo reclamo de estos dones terrenales y los ofrecemos al Altísimo, con la intención y el deseo de que Él los cambie en el curso del Sacrificio en el Cuerpo y la Sangre más santos de Cristo.
Se alienta a los fieles en este momento a unirse a la ofrenda de una manera espiritual y colocar nuestros propios corazones en el altar, para que podamos ser transformados de manera mística en el “cuerpo” de Cristo.