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Chismes, chismes y más chismes

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Luz Ivonne Ream - publicado el 05/03/17

Piensa: si no es verdad, ni bueno, ni necesario, olvídalo

Los chismes sólo pueden ser parados por personas emocionalmente inteligentes que han descubierto que tienen una vida propia tan sensacional y maravillosa que no les interesa meterse en las vidas ajenas.

¿Qué hacer cuando esa “amiga” viene a decirte algo malo que dijeron de ti? Contestarle: “No me digas que mal hablaron de mí; mejor dime por qué se sintieron tan a gusto haciéndolo contigo”. O bien: “Lo que has oído de mí podría ser tan cierto o tan falso como la persona que te lo ha contado. No me interesa escucharte”.

Alguien que de verdad te ama y es tu amigo, jamás prestará oídos ni permitirá que tu nombre esté en boca de nadie. Mucho menos vendrá a decirte algo que sabe que te va a doler. Un amigo te defiende a morir sin ser necesario que tú lo sepas porque no necesita con esto probarte cuánto te quiere.

¿Y cuándo vienen a hablarte de alguien más? Cerrar oídos. Podríamos pensar que cuando alguien viene a contarnos el chisme de un tercero, no tiene nada de malo. Total, sólo escuchamos. ¡Pues no! Sí tiene mucho de negativo porque no sólo afecta a ese tercero de quien se habla sino el alma y el bienestar de quien lo escucha y de quien lo emite. Mi espíritu y mi bienestar la estoy llenando de toxinas y porquería. Los chismes son basura y la basura se tira en el basurero. ¿Acaso tú eres un basurero?

Aún hoy en día me impresiona en cómo usamos la palabra, la lengua como un arma de destrucción masiva. Ojalá sólo la usáramos para construir y no para destruir, para beneficiar y no para dañar. Hay personas que no traen dentro de su boca una lengua, sino una pistola.

Para los creyentes que vivimos la piedad de recibir la Eucaristía, la lengua es nuestra patena sagrada, la parte de mi cuerpo donde sostengo a Dios, a Jesucristo vivo por unos instantes. Como puede ser posible que aún después de haber tenido a Dios en mi lengua con esa misma sea capaz de maldecir, deshonrar y perjudicar, dañar a terceros, desprestigiarles, quitarles la honra y cooperar para acabar con su reputación por medio de chismes, falsos y calumnias.

Nada, ni un tsunami, ni un terremoto puede ocasionar tanta destrucción, tanto dolor y sufrimiento como las palabras malintencionadas cargadas de chisme y dolor, condimentadas con calumnias y juicios temerarios equivocados que los seres humanos (porque no se les puede llamar personas) nos hacemos unos contra otros.

Dictamos sentencia y condenamos por el mal hábito de prestar oídos y escuchar una sola parte de la historia y no nos detenemos a pensar que, si de verdad queremos hacer un juicio, aunque no sea nuestro derecho, hay que escuchar ambas partes.

Un famoso dicho reza: “Las mentes grandes hablan de ideas, las mentes medianas hablan de eventos y las mentes pequeñas hablan de los demás”. Ahora yo te pregunto, ¿de qué tamaño es tu mente? O más bien, ¿tú de qué hablas? Porque, definitivamente, lo que de la boca sale, del corazón proviene y con la vara que mides, serás medido.

El tener boca no te da derecho a decir todo lo que piensas. Lo que sí tienes es el deber de pensar todo lo que dices. Utiliza esa maravillosa coladera con la que ya viene equipado y que se llama “inteligencia” y piensa antes de hablar. Haz uso de tu sentido común y por “justicia” antes de repetir cualquier información pásala por las 3 puertas básicas:

– La primera puerta es la de la VERDAD. ¿Estás seguro que lo que vas a decir es la verdad en todos sus puntos?
– La segunda puerta que es el AMOR y la BONDAD. ¿Lo que quieres decir es por lo menos amoroso y bueno, de beneficio para todos?
– La tercera puerta es la NECESIDAD. ¿Es necesario que cuentes eso? ¿Tienen que saberlo? ¿Va a servir de algo?

Piensa: si no es verdad, ni bueno, ni necesario, entonces olvídalo.

“Las malas lenguas matan a tres: al que la dice, al que las escucha y al que es objeto de la calumnia”. ¿Qué eliges? Ser uno más que contribuya a generar contaminación emocional en el mundo o ser único e impecable hasta en tu manera de hablar. Si lo que vas a escuchar y/o a decir no suma entonces “no oigo, soy de palo tengo orejas de pescado” y mejor “shhh” porque calladito te ves más bonito.

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