Antes que todo aclaremos el término “asunción”. Este término indica dos cosas: la acción con la que Dios hace suya la naturaleza humana y la acción por la cual Dios lleva consigo a una persona.
En el primer caso se usa el término asunción para indicar el acto con el que el Hijo de Dios asume o hace suya la naturaleza humana con su abajamiento en la encarnación.
En el segundo caso, se usa generalmente para indicar la acción con la que Dios introdujo en la gloria del cielo, por ejemplo a María, en la totalidad de su persona al final de su vida terrena.
Este segundo caso, la asunción de María, así como la ascensión de Jesucristo, es dogma de fe. María está en el cielo en cuerpo y alma porque ella fue asunta, tomada, elevada.
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¿Qué es un dogma de fe?
Asunción de María
La Asunción de María fue declarada como dogma de fe por el papa Pío XII, en el año 1950, por la bula Munificentissimus Deus en la que se lee:
“Es dogma revelado de fe católica: que la Inmaculada Madre de Dios siempre Virgen María, concluido el tiempo de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la celeste gloria”.
El texto dice: “Fue llevada”. Esto muestra claramente que María no entró a la gloria de cielo por sí misma sino por acción divina.
Es pues fácil entender que la Virgen María necesitó la acción divina para ser llevada al cielo.
Y a pesar de que la declaración del dogma es reciente, la Iglesia siempre ha creído y profesado, desde sus primeros siglos, la verdad de la asunción de María en cuerpo y alma a los cielos.
Esto lo vemos claramente en la liturgia de la Iglesia y en diversos documentos eclesiales y patrísticos que se citan en la bula anteriormente citada.
La Virgen María fue pues tomada para ser llevada al cielo. La expresión ‘tomada’ o ‘llevada’ es el equivalente al término asunta o subida (en forma pasiva) por el poder de Dios; de aquí Asunción.
Y la palabra asunción es el nominal de asumir (del latín: assumere, atraer).
Activa o pasiva
Cosa muy diferente es la palabra ascensión, que es el nominal de ascender (del latín: ascendere, subir).
El verbo ascender denota una acción activa; y es el misterio de Jesucristo quien entró al cielo por sí mismo o por su propio poder o su propia virtud.
Y aunque las imágenes de la ascensión de Jesús a la derecha del Padre y la asunción de María al ámbito de Dios convergen en algo (entrada al cielo), no son exactamente iguales.
En otras palabras asunción es: acción y efecto de asumir. Y ascensión es: acción y efecto de ascender (a un ‘sitio’ más alto).
Y la asunción de María tiene pues dos implicaciones: que el cuerpo de María no sufrió la corrupción del sepulcro y que su cuerpo fue glorificado. Estas dos implicaciones suponen previamente su resurrección anticipada.
Y como nadie sube hasta allí (al cielo) si no ha sido llamado por Dios por esto Jesús, por amor, llevó a su Madre a la gloria celestial y ella fue “enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo…” (Catecismo de la Iglesia Católica, 966).
¿En qué se basa la verdad de la Asunción de María?
Se basa en la doctrina de la Inmaculada Concepción. Es decir, desde el instante mismo de su concepción, la Virgen María fue preservada del pecado original y, en consecuencia, fue preservada de sus efectos o consecuencias; una de estos es el deterioro del cuerpo después de la muerte.
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¿Qué es la Inmaculada Concepción?
Los católicos creen que Jesús es quien hizo esto por ella. ¿En qué se basa esta verdad? Una pista se encuentra en las palabras de Jesús, desde la cruz, al buen ladrón:
“Te aseguro que desde hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc. 23,43).
Si Jesús quiso llevarse inmediatamente al cielo a un hombre, con mayor razón se llevaría también al cielo a su santa madre.
En la historia de la salvación o en la sagrada escritura hay otros ejemplos de asunción, de personas que fueron asuntas: Henoc, Moisés y Elías.