Durante el periodo en que la Sede Apostólica está vacante, el gobierno de la Iglesia se confía al Colegio de Cardenales, tal y como establece la Constitución Apostólica Universi dominici gregis promulgada por Juan Pablo II en 1996. El Colegio se reúne en congregaciones "generales" y "particulares", y su poder se limita a dos tareas: tratar los asuntos corrientes de la Iglesia y preparar la elección del nuevo pontífice, sucesor del Papa Francisco. Se trata de un momento de gran importancia, ya que los cardenales trazan el perfil del futuro jefe de la Iglesia católica, al que elegirán entre sus filas.
En principio, al día siguiente de quedar vacante la sede apostólica, tras la muerte o renuncia de un Papa, el decano del Colegio Cardenalicio escribe a todos los cardenales del mundo para convocarlos a las congregaciones preparatorias del cónclave. Hay dos tipos de Congregación de Cardenales: una general, en la que participa todo el Colegio -sólo pueden abstenerse los cardenales no electores-, y otra especial.

Organización de los funerales
Las Congregaciones Generales, que tienen lugar diariamente, incluido el día de los funerales del Papa difunto, se celebran normalmente en el Palacio Apostólico Vaticano. Están presididas por el Decano del Colegio o el Vicedecano. En la primera Congregación General, los cardenales prestan juramento con las siguientes palabras: "Nosotros, Cardenales de la Santa Iglesia Romana, en el orden de los Obispos, Sacerdotes y Diáconos, prometemos, nos declaramos obligados y juramos, todos y cada uno de nosotros, observar exacta y fielmente todas las normas contenidas en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis del Soberano Pontífice Juan Pablo II, y a guardar escrupulosamente el secreto de todo lo que de algún modo se relacione con la elección del Romano Pontífice, o que por su naturaleza, durante la vacante de la Sede Apostólica, requiera el mismo secreto". Luego cada cardenal añade: "Y yo, N. Cardenal N. prometo, me comprometo y juro. Que Dios me ayude en esto, y en estos santos Evangelios que toco con mi mano".
En las siguientes congregaciones, los cardenales son llamados a tomar las decisiones más urgentes. La primera es fijar el día y la hora en que el cuerpo del pontífice fallecido será trasladado a la Basílica de San Pedro para ser expuesto al homenaje de los fieles, y determinar la hora y los detalles del funeral. Otras de sus funciones son leer los documentos que el difunto haya dejado para el Colegio Cardenalicio y cancelar el Anillo del Pescador y el sello de plomo con el que se enviaban las Cartas Apostólicas.
Asuntos eclesiásticos
Por lo que se refiere a la Iglesia, las Congregaciones Generales se encargan de tratar los asuntos inaplazables, como la aprobación de los gastos corrientes. A los cardenales se les debe presentar un informe sobre el patrimonio y la administración de la Santa Sede, que incluya un balance del año anterior y una previsión para el año siguiente. Para asuntos de "gran importancia", la votación no se realiza oralmente, sino en secreto.
Las Congregaciones Generales se encargan también de organizar el cónclave, en particular de asignar por sorteo el alojamiento a los cardenales electores y de fijar la fecha de apertura de la elección. Los cardenales confían los preparativos materiales de este acontecimiento -en la Capilla Sixtina y en la Residencia de Santa Marta- al cardenal camarlengo, antiguo secretario de Estado y antiguo presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano.
Cabe recordar que en su Motu proprio del 22 de febrero de 2013, Benedicto XVI estableció la posibilidad de adelantar el inicio del cónclave, sin respetar la norma habitual de 15 días de vacante de la sede apostólica, o de retrasarlo unos días, dentro del límite de 20 días. Las Congregaciones Generales, que se celebran a puerta cerrada y cuyo contenido permanece en gran parte confidencial, permiten a los cardenales -que cuentan con la asistencia de traductores en las principales lenguas- hacer intervenciones libres. De este modo, los cardenales pueden debatir los grandes retos del día, y sus discursos son también una oportunidad para que elijan a uno u otro de los suyos para las próximas elecciones.
En 2013, el cardenal Jorge Mario Bergoglio se distinguió de sus pares con un notable discurso sobre la necesidad de una Iglesia en salida. Para preparar el cónclave, las congregaciones generales confían a "dos eclesiásticos ejemplares por su doctrina, sabiduría y autoridad moral", la tarea de entregar a los cardenales dos meditaciones "sobre los problemas de la Iglesia en ese momento y sobre la elección iluminada del nuevo pontífice". En 2013, una de las meditaciones fue pronunciada por el predicador de la Casa Pontificia, el padre Raniero Cantalamessa.
En otras palabras, el objetivo es elevar el perfil del futuro sucesor de Pedro a la luz de los retos y desafíos de la situación actual. Se puede abordar una amplia gama de temas, como la diplomacia, la bioética, el gobierno de la Curia y el papel de la mujer, que se plantearon en 2013.
El papel de las congregaciones particulares
Los cardenales también se reúnen en "congregaciones particulares", formadas por el Camarlengo y tres cardenales, uno de cada orden -obispos, presbíteros y diáconos-, sorteados entre los cardenales electores cada tres días, incluso durante el cónclave.
En estas congregaciones se tratan asuntos de actualidad. Pero "sólo asuntos de menor importancia", explica Universi Dominici Gregis. Los asuntos más graves "que requieren un examen más profundo" deben someterse a la Congregación General.
La constitución también establece que "lo decidido, resuelto o rechazado en una congregación particular no puede ser abrogado, modificado u otorgado en otra".


