Los que se hacen propósitos al comienzo del año civil pueden haberse hecho uno bastante audaz, que además es muy beneficioso para el alma: leer todo el Evangelio en 2025. No solo uno de los cuatro evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, sino los cuatro.
Esto nos da una visión cuatridimensional de Dios y del Misterio Pascual, y no necesitamos menos para intentar tomar la medida del Infinito que viene a salvar a la humanidad. Esta lectura anual continua y personal se hace eco de lo que la propia liturgia hace cada año.
Los fieles que leen cada domingo saben que los Evangelios dominicales siguen un ciclo de tres años: Mateo (año A), Marcos (año B) y Lucas (año C) se leen desde el primer domingo de Adviento. En 2025, se leerá cada semana el tercer Evangelio sinóptico.
En cuanto a san Juan, se leerá de vez en cuando durante estos tres años, para descubrir los aspectos del Apocalipsis que revela mejor que los demás.
Cada día un trozo de los Evangelios
Lo que suele ser menos conocido es que los Evangelios de los días laborables son una lectura continuada de los cuatro Evangelios. El lunes siguiente al Bautismo del Señor, la Iglesia inicia el Tiempo Ordinario, y con él la lectura de san Marcos.
Cada día, el texto del discípulo de san Pedro se desglosa en perícopas hasta llegar a la Cuaresma, durante la cual se han seleccionado los Evangelios que corresponden particularmente al tono de este tiempo de penitencia, de compartir y de oración.
A partir del lunes de la cuarta semana de Cuaresma, se reanuda la lectura cursiva, esta vez a partir de san Juan, con algunos cortes, empezando por el episodio de la Samaritana, que revela que Jesús vino a traer la vida eterna:
"Señor, dame de esa agua para que no tenga más sed". (Jn 4,15).
La octava de Pascua interrumpe esta lectura durante unos días para escuchar el relato de las apariciones de Cristo resucitado, pero Juan se lee después durante la semana a lo largo del tiempo pascual, para completar lo que no se leyó al final de la Cuaresma: el encuentro con Nicodemo (Jn 3), el discurso del Pan de Vida (Jn 6)…
Cuando vuelve el Tiempo Ordinario, después de Pentecostés, la liturgia termina con san Marcos (según que el periodo entre el Bautismo y la Ceniza haya sido largo o corto) y continúa con Mateo y luego con Lucas para llegar al sábado de la XXXIV semana del Tiempo Ordinario, la de Cristo Rey, que clausura el año litúrgico.
En la liturgia se lee casi toda la Biblia
Es cierto que esta lectura está segmentada, saltándose algunos pasajes para reservarlos a las fiestas y solemnidades, pero permite a los fieles contemplar la vida de Jesús.
No sustituye a la lectura personal y doméstica, que da la posibilidad de leer las notas de la Biblia, de detenerse en un versículo para rezar, de tener una visión de conjunto, pero representa una reforma importante deseada por los Padres del Concilio Vaticano II.
La preocupación por las Escrituras se manifiesta también en la lectura que precede cada día al salmo y al Evangelio.
Esta vez, para ofrecer un panorama lo más amplio posible, el leccionario sigue un ciclo bienal (años pares e impares), alternando libros del Antiguo y del Nuevo Testamento.
De este modo, la Biblia está (casi) totalmente presente en la liturgia.