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Todos los seres humanos nos enfrentamos a la tentación. El demonio -que son muchos, por cierto-, se las arreglan para mostrarnos la cara agradable del pecado, sin que nos detengamos a pensar en las consecuencias.
El Catecismo de la Iglesia católica detalla las siete peticiones del Padre nuestro, y cuando rezamos "no nos dejes caer en tentación", comenta lo siguiente:
"... nuestros pecados son los frutos del consentimiento a la tentación. Pedimos a nuestro Padre que no nos 'deje caer' en ella. [...] Le pedimos que no nos deje tomar el camino que conduce al pecado, pues estamos empeñados en el combate 'entre la carne y el Espíritu'".
Discernir para no caer
Agrega el Catecismo que: "Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y de fuerza" (CEC 2846).
Asimismo, destaca la ayuda que recibimos del Espíritu Santo:
"El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba, necesaria para el crecimiento del hombre interior en orden a una 'virtud probada', y la tentación que conduce al pecado y a la muerte. También debemos distinguir entre 'ser tentado' y 'consentir' en la tentación".
Contarlo para vencer
Platicar esa tentación que estamos enfrentando nos ayudará a darnos cuenta plenamente de que no nos sentiremos bien si nos dejamos vencer; y si nuestro confidente tiene una fe firme y está bien formado en la Doctrina de la Iglesia, nos confortará y alentará a seguir en el buen camino (de lo contrario, puede mal aconsejarnos).
Con él o ella, podremos discernir a profundidad, colocando los escenarios posibles antes de tomar una decisión. Por eso continúa el Catecismo:
"... el discernimiento desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su objeto es 'bueno, seductor a la vista, deseable' (Gn 3, 6), mientras que, en realidad, su fruto es la muerte". (CEC 2847)
Oración y confesión
Por último, las armas más efectivas para contrarrestar los embates del demonio y sus tentaciones, las tenemos en la oración y en la confesión, porque estaremos pendientes de cualquier señal que quiera quitarnos la paz:
"Pues bien, este combate y esta victoria solo son posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús es vencedor del Tentador, desde el principio y en el último combate de su agonía. En esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a su agonía. La vigilancia del corazón es recordada con insistencia en comunión con la suya. La vigilancia es 'guarda del corazón', y Jesús pide al Padre que 'nos guarde en su Nombre'".
Así es que, estemos atentos y rechacemos las tentaciones de cada día.