El santo patrono de los obispos mexicanos, san Rafael Guízar y Valencia, aprendió la santidad en su casa. Sus padres fueron el ejemplo a seguir para su numerosa familia, en la que la gente de Cotija, Michoacán, en México, encontró un oasis de caridad y comprensión.
Un santo matrimonio
Su padre, Prudencio Guízar González, era pobre, según sus palabras "no tenían más patrimonio que su fe y sus manos", pero era muy trabajador, por eso, después de un viaje a Tabasco, donde hizo una buena cantidad de dinero, regresó a Cotija, donde conoció a Natividad Valencia Vargas, que provenía de una familia rica.
Don Vicente, padre de Natividad, era un hombre muy rico, pero también generoso a más no poder.
San Rafael Guízar "cuenta" en sus memorias - recogidas en el sitio oficial y escritas por el P. Joaquín Antonio Peñalosa - que su abuelo:
"Auxiliaba al pobre, prestaba sin rédito al necesitado, por su casa desfilaban todo el día hombres de sombrero de palma y mujeres de rebozo, seguros de hallar en el corazón y las arcas del abuelo, un paño de lágrimas".
Prudencio y Natividad contrajeron matrimonio. Tuvieron 11 hijos y vivieron trabajando y compartiendo una bella vida familiar, entre caridad y alegría.
Amor por los pobres
La narración del santo se enfoca en la caridad que sus padres prodigaban a la gente del pueblo. Su padre, Prudencio hizo crecer el patrimonio de su esposa. Y en su casa, Natividad, la madre, derramaba benevolencia para los necesitados:
"De mis padres aprendí a amar a los pobres. Me acuerdo que mi padre se informaba con el médico quienes eran los más necesitados del pueblo, él que los conocía muy de cerca por su profesión, para obsequiarles el maíz y el frijol que necesitaran durante el año. Las visitas que mi madre recibía en casa con mayor atención eran los pobres que desfilaban a todas horas".
Amor al Sagrado Corazón de Jesús
Su joven madre fue un ejemplo de ardiente amor a Dios y al prójimo. Durante una epidemia de lepra que azotó Cotija, mandó levantar chozas para los enfermos y los atendía personalmente. También amaba intensamente al Sagrado Corazón de Jesús:
"Mi madre deseaba vivamente tener un hijo sacerdote, pero a mí nunca me dijo nada. Con su ejemplo y sus palabras nos enseñaba a amar a Dios. Ella promovió en Cotija la devoción al Corazón de Jesús, regaló su imagen a la parroquia, fomentó los viernes primeros de mes y la celebración del mes de Jesús con ofrecimiento de flores de los niños, que anteriormente no se hacía".
Santos no canonizados
La santidad se respiró y se vivió en la bendita casa de san Rafael Guízar y Valencia. Por eso, no es de extrañar que tanto él como sus hermanos hayan sido católicos ejemplares - fueron dos religiosas, dos obispos, dos solteras y cuatro casados- .
Quien sabe si alguna vez Prudencio y Natividad lleguen a los altares, pero es seguro que gozan del premio del cielo por su entregada vida cristiana y que son ya dos santos no canonizados.