Las parejas experimentan -a diario- la necesidad y dificultad de comunicarse bien. Contar lo que te importa, interesarte por los demás... la comunicación es un arte que requiere varios años de convivencia para dominarlo. Un arte que también requiere ser elegido, de nuevo, cada día. Saber comunicar a la pareja es fundamental.
Esto no significa que deba fluir un torrente de palabras a cada momento, el silencio es precioso, tanto a nivel personal como para la pareja. La propia Biblia nos recuerda en el libro de Eclesiastés que hay un tiempo para todo. "Un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar". (Eclesiastés 3, 4). Entonces, ¿cómo sabes qué compartir y cuándo?
Un miembro de la pareja a veces teme compartir un acontecimiento porque lo encuentra demasiado vergonzoso. ¿Podrá su pareja amarla más allá de esta confianza? ¿Deberíamos compartir unos celos, un miedo, una herida que duele? ¿Y si poner las palabras a la luz de la intimidad de la pareja representara cierto riesgo? ¿Qué pasaría si la otra persona no estuviera dispuesta a escuchar? ¿Qué pasa si al elegir confiar se corre el riesgo de distanciar a su ser querido?
Una verdad menos bonita que una hermosa mentira
Efectivamente, hablar conlleva un riesgo. La otra persona puede necesitar un momento para asimilar lo que se está compartiendo. Sin embargo, este tiempo no es necesariamente negativo, al contrario.
El tiempo y el silencio nos permiten también ganar perspectiva, comprender al otro, estar dispuestos a responder a esta invitación a caminar con delicadeza sobre este terreno sagrado que representa el cónyuge. Lo principal es la verdad dentro de la pareja.
Cada movimiento del alma no necesariamente tiene que ser compartido, el Señor sigue siendo el único Maestro y Salvador para cada una de sus criaturas. Pero si Su Bondad quería dar un cónyuge, el otro debía cuidar de él.
Es en la luz que el amor se fortalece
La verdad no siempre es fácil de expresar, pero crea conexiones duraderas. ¿Cómo no ver en las palabras del salmista a Dios mismo, y al hombre y a la mujer, creados a su imagen y semejanza: "El amor y la verdad se encuentran, la justicia y la paz se abrazan; la verdad brotará de la tierra y del cielo brotará". venga la justicia, y el Señor dará sus bendiciones, y nuestra tierra dará su fruto”. (Sal 84)
Amor conyugal, un cuadro bajo una luz suave
Poder entregarse al otro en verdad es como compartir un cuadro bajo una luz suave, sin un velo que oculte oscuras imperfecciones. Un cuadro maestro tiene toda una paleta de colores: blanco, dorado, naranja, además de colores oscuros, como marrón, gris y negro.
Es el todo lo que hace la obra maestra. En la intimidad de su pareja, los cónyuges pueden atreverse a revelar todos los colores de su amor, sin dejar en la sombra una pincelada poco favorecedora. Es en la luz que crece poco a poco la benevolencia del cónyuge. Es en la luz que el amor se fortalece.