Escoger sus artículos personales de algún color o de algún personaje del agrado de tus hijos son decisiones no son trascendentales, salvo desde el punto de vista económico, por supuesto. Incluso es bueno y recomendable permitir que los niños elijan entre estas opciones, siempre que la economía familiar lo permita, para que se ilusionen con su nuevo curso y sientan que tienen cierto control sobre sus propias elecciones.
Esto les motiva y ayuda a comenzar con más ganas. Pero hay otras decisiones que, aunque inicialmente no lo parezcan, son más trascendentales porque marcan una diferencia importante. Y una de ellas puede ser la elección de la mochila: ¿con rueditas o sin rueditas?
Cada etapa lleva una decisión importante
Partamos de un hecho simple pero relevante: salvo quizá en los primeros cursos de primaria, las mochilas pesan, y pesan bastante. A pesar de que tratamos de reducir el contenido o repartir el peso de la mejor manera posible, siempre terminan cargando más de lo que sus pequeñas columnas deberían soportar.
Entonces llegamos al meollo del asunto: si les compras una mochila con ruedas, es porque la van a llevar ellos mismos, como suele ser el caso en las familias con varios hijos, donde cada niño debe asumir sus responsabilidades. Por otro lado, la mochila sin ruedas es, generalmente, la que los padres terminan cargando
Educando hijos responsables y resilientes
Cada familia sabe qué opción es mejor, según sus circunstancias y sus valores. Padres y madres luchan por ganar la guerra de la educación. Y en esta lucha, servir no significa hacer las cosas por nuestros hijos, por ejemplo, cargar su mochila. Servir, en realidad, es ayudarles a crecer, y ese crecimiento incluye dejarlos asumir responsabilidades poco a poco.
Esta es una idea que se explica muy bien en el libro ¿Cómo conseguir una personalidad feliz?, de Wenceslao Vial. Es fundamental que los niños lleven su propia mochila, que se encarguen de recoger su material escolar, aprendan a cortarse su propio filete en la mesa, y que hagan, por sí mismos, todo aquello para lo que ya tienen la edad y capacidad. Eso, y no otra cosa, es lo que significa ayudarles de verdad.
Hijos felices y autónomos
Ganar autonomía y confianza en sus capacidades —con ese “lo hice yo solito” que tanto orgullo les da—, también les lleva a ganar empatía. Aprenden a valorar el esfuerzo que los demás hacen para ayudarles y entienden que no todo en la vida les será dado o resuelto sin su participación activa.
Sabiendo cuánto valora nuestro Señor la libertad y la responsabilidad personal, es un hecho que, si estuviera en nuestra situación, Él también optaría por una mochila con ruedas. Nos sonreiría, como debemos sonreírles nosotros a nuestros pequeños, y nos diría: "Puedes tú solito".
Porque ésa es la clave. Este curso, propongámonos no hacer por ellos lo que ya pueden hacer solos. Dejémoslos crecer, aprender y asumir sus pequeñas, pero importantes, responsabilidades.