San Agustín de joven tenía una vida desenfrenada y estaba obsesionado con la vanidad, la ambición y el placer. Su madre, Santa Mónica, rezaba por él todos los días, esperando su conversión.
Un día, Agustín se encontraba llorando en un jardín cuando oyó la voz de un niño que repetía la frase: «¡Toma y lee!». Agustín se sintió impulsado a buscar la Biblia.
Las palabras que leyó retumbaron en su corazón fuertemente porque le hablaron directamente y le llenaron de una luz inexplicable; sus ansiedades y dudas desaparecieron milagrosamente.
¿Quieres saber cuál fue el pasaje que leyó Agustín? Aleteia te lo cuenta en este video.
Enseñanzas de san Agustín para la vida cotidiana:
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