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Cómo Dios promete darnos todo lo esencial en la vida

pescado y peces
Philip Kosloski - publicado el 10/06/24
Aunque Dios ha prometido satisfacer nuestras necesidades espirituales y materiales, eso no significa que seamos espectadores ociosos

Dios es generoso, bondadoso y misericordioso, y siempre procura mantener a sus hijos.

Jesús habló a menudo de la bondad de su Padre celestial y de cómo satisface todas nuestras necesidades esenciales:

"Por eso os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber, ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: ni siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, y sin embargo vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas?"

El pan de cada día

Al mismo tiempo, Dios no se limita a darnos de comer como si fuera un genio, chasqueando el dedo y haciendo aparecer pan en nuestro plato.

Nos ha invitado a cooperar en la provisión de nuestras necesidades y no quiere que estemos ociosos.

El Catecismo de la Iglesia Católica comenta esta realidad en su sección sobre el Padre Nuestro:

"Nuestro pan El Padre que nos da la vida no puede dejar de darnos el alimento que la vida requiere: todos los bienes y bendiciones apropiados, tanto materiales como espirituales. En el Sermón de la Montaña, Jesús insiste en la confianza filial que coopera con la providencia de nuestro Padre. No nos invita a la ociosidad, sino que quiere aliviarnos de las preocupaciones. Tal es la entrega filial de los hijos de Dios".


San Pablo, en particular, se extendió sobre esta realidad espiritual en sus cartas a los Tesalonicenses:

Les ordenamos, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que viva ociosamente y no conforme a la tradición que recibieron de nosotros. Porque ustedes mismos saben cómo deben imitarnos; no fuimos ociosos cuando estuvimos con ustedes, no comimos el pan de nadie sin pagar, sino que con fatiga y trabajo trabajamos noche y día, para no ser una carga para ninguno de vosotros. No era porque no tuviéramos ese derecho, sino para darles en nuestra conducta un ejemplo a imitar. Pues aun cuando estábamos con ustedes, les dimos esta orden: El que no quiera trabajar, que no coma.


La lección clave de todo esto es que debemos poner nuestra confianza en Dios. Debemos trabajar diligentemente por nuestro pan de cada día, pero al mismo tiempo no estar ansiosos, sabiendo que nuestro Dios es generoso y quiere lo mejor para nosotros.

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