Aunque muchos videntes han publicado innumerables testimonios y mensajes que supuestamente han recibido de Dios, la Iglesia no exige a los fieles cristianos que crean en ninguna revelación privada.
Cuando un individuo afirma haber recibido un mensaje de Dios, la Iglesia cree que el mensaje fue entregado para esa persona específica durante ese período de tiempo en particular. La Iglesia no incluye tales mensajes en su "depósito de fe", aunque puede permitir que los católicos crean en ellos, siempre que no se opongan a los principios básicos de la fe.
Ninguna nueva revelación pública
El Catecismo de la Iglesia Católica explica esta creencia de que todo nos ha sido ya revelado:
"La economía cristiana, por tanto, puesto que es la Alianza nueva y definitiva, no pasará nunca; y no cabe esperar ninguna nueva revelación pública antes de la manifestación gloriosa de nuestro Señor Jesucristo". Sin embargo, aunque la Revelación esté ya completa, no se ha explicitado del todo; queda a la fe cristiana captar gradualmente todo su significado en el transcurso de los siglos.
Un reciente documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe del Vaticano reitera esta enseñanza:
Jesucristo es la Palabra definitiva de Dios, "el Primero y el Último" (Ap 1,17). Él es la plenitud y el cumplimiento de la Revelación; todo lo que Dios quiso revelar, lo hizo a través de su Hijo, el Verbo hecho carne. Por eso, "la economía cristiana, por ser la alianza nueva y definitiva, no pasará jamás; y no cabe esperar ninguna nueva revelación pública antes de la manifestación gloriosa de nuestro Señor Jesucristo". En la Palabra revelada está todo lo necesario para la vida cristiana.
¿Para qué sirve la revelación privada?
Si cualquier visión recibida por un individuo se considera "privada", ¿qué sentido tiene? ¿Son beneficiosas estas revelaciones?
La clave, según el Vaticano, es que estas revelaciones no añaden nada a la revelación pública de Dios, sino que simplemente nos ayudan a vivirla:
Mientras que todo lo que Dios ha querido revelar lo ha hecho por medio de su Hijo y mientras que los medios ordinarios de santidad se ponen a disposición de todo bautizado en la Iglesia de Cristo, el Espíritu Santo puede conceder a algunas personas experiencias de fe distintas, cuya finalidad no es "mejorar o completar la Revelación definitiva de Cristo, sino ayudar a vivir más plenamente de ella en un determinado período de la historia".
Puede que los católicos no estén obligados a creer en fenómenos tan extraordinarios como Fátima o Lourdes, pero pueden encontrar beneficios en ellos, siempre que les ayuden a vivir su fe y a buscar la santidad.