El Evangelio entraña todo lo que debemos hacer para agradar a Dios y alcanzar el Cielo, algo que todos los que somos cristianos sabemos aunque no comprendamos del todo, pues las peticiones que hace nuestro Señor Jesucristo no siempre se acomodan a nuestra manera de vivir. Es más, para muchos parecen locuras porque no entienden que para ganar la gloria hay que negarse a sí mismo (Mt 16, 24).
Una de tantas peticiones es la de ser dóciles; es decir, comportarnos con mansedumbre, ser obedientes y sumisos, pero ¿cómo es eso? suena a perder la dignidad y el amor propio, esas cualidades que actualmente se pregonan con tal fuerza que, quien no actúa apegado a estos principios, no tiene posibilidad de éxito.
Sin embargo, es el Señor Jesús el que nos pone la muestra:
Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.
La docilidad no es sinónimo de tontería
Una persona dócil y amable puede pasar por tonta, pues cualquiera con mala intención se aprovechará de ella, ya que no presentará pleito ante el oportunista; sin embargo, no es lo mismo ser dócil que dejado, por supuesto, tendrá que ser muy cuidadoso para no caer en la trampa del abusivo, y tarde o temprano, ese encontrará quien lo enfrente y termine con sus ventajas.
Aquel que actúa con mansedumbre y docilidad se dejará conducir, porque la soberbia no podrá contra él. Es lo que san Pablo aconseja a los cristianos hebreos, cuando habla de autoridad y del cumplimiento del deber:
Obedezcan con docilidad a quienes los dirigen, porque ellos se desvelan por ustedes, como quien tiene que dar cuenta. Así ellos podrán cumplir su deber con alegría y no penosamente, lo cual no les reportaría a ustedes ningún provecho.
La docilidad trae paz
Debemos aprender la cualidad del manso para actuar en pro de la paz, sobre todo dentro de la familia, en esta época de rebeldía y sublevación contra la autoridad. Los padres de familia tendrían que hacer valer su autoridad para enseñar a sus hijos que todos debemos aprender a someternos en ciertas circunstancias de la vida, ya sea en casa, en la escuela o en el trabajo, donde debemos seguir reglas que nos ayudarán a crecer humanamente.
Una persona que entiende que someterse no significa renunciar a su dignidad, sino reconocer que otros están en cargos de mayor responsabilidad para lograr los objetivos de la organización a la que pertenece, vivirá con tranquilidad y abonará a la paz de ese lugar. Cada quien ocupa un sitio en este mundo y tiene tareas distintas, las que se realizarán mejor si se desempeñan con ayuda de otros, ya sea de los miembros de la familia o de los compañeros de labor.
Entendiendo este principio, y respetándolo, estaremos colaborando eficazmente para que la paz reine en todos nuestros ambientes.