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El fascinante simbolismo del incienso, el perfume del sol

Priest incenses altar
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Michael Rennier - publicado el 07/12/23
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Los antiguos creían que el incienso nacía del sol, del fuego. Y que también moría por el fuego cuando se quemaba en el altar.

Es hermoso ver los videos que circulan en Internet de monjes elaborando incienso con sus recetas especiales y supersecretas que se han transmitido de hermano a hermano en los monasterios desde tiempos desconocidos. El cuidado con el que lo elaboran revela lo especial que es el incienso y lo vital que resulta para nuestro culto.

Es un proceso pacífico y sagrado ver a un monje mezclando incienso tranquilamente en algún anexo del monasterio. Cuando se quema en el altar durante la Misa, siempre se disfruta el resultado.

La fragancia tranquilizadora y el efecto que produce en quienes lo huelen son difíciles de explicar. Una iglesia con incienso en el aire se ensombrece, se delimita como espacio sagrado. Las piedras exhalan el perfume de innumerables Misas. Es la fragancia de la oración.

El culto sagrado implica todos nuestros sentidos, incluido el olfato. El olor en una iglesia católica parece un detalle sin importancia. Participamos en el culto con todo nuestro ser: vista, gusto, tacto, oído y olfato. La belleza penetra en nuestra alma y se interioriza. También nosotros debemos "oler a iglesia" a través de nuestras acciones en la vida cotidiana.

¿Qué simboliza el incienso?

Hay varias maneras de explicar el simbolismo del incienso. La más sencilla es señalar que es un signo visible de las oraciones que ascienden hacia nuestro Padre Celestial. Vemos literalmente el incienso consumirse en el fuego y elevarse hacia Dios como una columna de humo.

Sin embargo, el incienso es mucho más que una oración hecha visible. Es un sacrificio. Si alguna vez vemos esos videos de monjes preparándolo, seremos testigos de cómo se pica con un mortero y una mano de mortero. Se machaca. Luego, en el altar, se quema completamente.

En la Antigua Alianza, Dios ordenó la construcción de un altar específicamente dedicado a la quema de incienso (Éxodo 30,1). Los sacerdotes quemaban incienso en este altar dos veces al día, una por la mañana y otra por la tarde. Una vez al año, el incienso era también parte obligatoria del sacrificio expiatorio. La expiación es la ofrenda que Cristo cumple en la Cruz. Es la ofrenda para el perdón de los pecados.

Precisamente por eso es loable quemar incienso durante el Santo Sacrificio de la Misa cada domingo. El incienso está presente en los sacrificios del Templo y también en el culto celestial, por lo que es justo que hoy lo utilicemos en nuestro culto.

Adoración que penetra en el corazón

Recordemos, la adoración no es solo una acción externa. Siempre va al corazón. San Gregorio Magno nos anima a pensar en nuestros corazones como altares donde podemos quemar incienso. Debemos exhalar fragancias dulces ante Dios.

Sin embargo, nunca debemos olvidar que el sacrificio es de Nuestro Señor y nosotros solo nos unimos a él. Aquí es donde el simbolismo del incienso se vuelve realmente interesante.

Por qué el incienso es el "perfume del sol"

Jean Hani, en su libro El simbolismo del templo cristiano, escribe: "el incienso es el perfume del sol". Esto se debe a que el incienso es una resina creada por el olíbano en cooperación con la acción de la luz solar. Cuando se toma un poco de incienso entre los dedos y se levanta hacia el cielo, se vuelve de color ámbar, transparente, y refracta la luz del sol. Es casi como un trozo de luz cristalizada.

Los antiguos creían que el incienso nace del sol, nace del fuego. También muere por el fuego cuando se consume en el altar. Un grano de incienso es un trozo de tierra transformado en cielo por la acción de ser sacrificado. La humanidad sufre esta misma transformación en la Cruz. Nuestro Señor une a sí la humilde humanidad y, como representante nuestro, realiza un sacrificio perfecto. Nos eleva al cielo por la gracia. Es decir, si hacemos de nuestra vida un sacrificio junto con Él.

El movimiento circular con el turíbulum alrededor del pan y el vino durante la Misa, significa que el círculo traza la forma del sol y va precedido del acto de incensar a los presentes con la señal de la cruz tres veces. La inscripción del crucifijo en el pan y el vino indica que los efectos de la Cruz viajarán hasta los confines de la tierra -este, oeste, norte y sur- y el movimiento circular se realiza alrededor de la zona donde se hicieron las cruces.

El amor de Cristo lo llenará todo entre la salida y la puesta del sol. De hecho, Él es ese sol naciente. Él es la luz del mundo.

Un signo visible

En muchas iglesias antiguas, el incienso sacrificado en el altar flota hasta la piedra angular del arco situado sobre él. Es una escalera al cielo, un signo visible de que la tierra está siendo redimida, elevada como ofrenda al Padre. Cristo es esa línea vertical. Él es la piedra angular del altar y también la piedra angular del techo del mundo. De hecho, su luz viaja a través de ese techo, pasando por el sol y otras estrellas hasta el reino celestial.

Cuanto más se comprenden los misterios de la liturgia, más encajan en un conjunto bello y armonioso. Los símbolos de la Misa pueden ser difíciles de entender. Muchas de las tradiciones de la Iglesia son oscuramente misteriosas. Pero en el centro de todo, Cristo brilla como el sol.

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