El Servicio Sacerdotal de Urgencia, obra presente en más de 15 diócesis argentinas, cumple 70 años de servicio ininterrumpido en Buenos Aires, Argentina. Más de 25 mil noches durante las que se acompañó a más de 64 mil enfermos y sus familias. Una obra monumental de la que participan sacerdotes y laicos. Discretamente, ordenadamente, sinodalmente, han hecho durante 70 años un bien que se vuelca en el enfermo, pero también su familia, el personal de salud o cuidados que acompañan al enfermo, y ellos mismos.
No se trata solo de correr para que el moribundo reciba la unción de los enfermos, sacramento que por supuesto se imparte desde el servicio. Hay historias que se cierran, otras que se abren, e incluso lugar para otros inesperados sacramentos.
En el sencillo y agradecido relato de Martín Braceras, quien compartió su testimonio con Aleteia, se encierra el testimonio de unos 40 sacerdotes y más de 75 laicos que se reparten las guardias del mes para que la atención sea permanente, y que cada uno pueda estar durante ese período asignado. En su relato a Aleteia, y el testimonio de los voluntarios, se percibe eso: la alegría y la paz del que necesita y recibe la visita, pero también la paz en igual medida del que la da.
Lo mismo se palpa en el testimonio del padre José María Villarino, que ve a este servicio del que participa una vez por mes como Iglesia "que vela durante la noche", en su caso, Iglesia de Buenos Aires.
"(Una Iglesia) que vela junto a Jesús para atender el dolor. Hay un salmo que dice 'Un abismo llama a otro abismo’ (salmo 42). El abismo de la misericordia de Dios llama al abismo del dolor. El dolor es sumergido en la misericordia de Dios, que es el Corazón de Jesús", define.
El Servicio Sacerdotal de Urgencia nació en 1952, en Córdoba, luego de que un médico no encontrase durante toda la noche un sacerdote que asistiera a su madre. Pronto nació en otras ciudades de la Argentina.
El equipo de cada noche lo integran dos laicos y un sacerdote. La función del laico es acompañar al sacerdote y llevarlo en automóvil a donde se encuentra el enfermo. El enfermo puede estar en hospital, en un sanatorio de domicilio privado, en un geriátrico.
"Una vez que nos llaman, tomamos nota de donde está el enfermo, el nombre, quién lo acompaña, y nos dirigimos los dos laicos y el sacerdote al lugar donde se encuentra el enfermo. El sacerdote asiste al enfermo; si está consciente, habla con él en privado, se confiesa si es necesario, y después participa a los acompañantes y a los familiares, o la gente de sanidad que estuviera ahí acompañando al enfermo. Rezamos, se le administra la unción de los enfermos o el sacramento que sea apropiado para él", cuenta Braceras, voluntario laico de Buenos Aires.
Una misión también laical para laicos
El sacramento de la unción de los enfermos brinda la misma gracia de Dios, les lleva tranquilidad, consuelo y paz para sobrellevar el sufrimiento y las debilidades de la enfermedad, pero la visita, como cuenta Braceras, también es fundamental para la familia del enfermo.
"Generalmente los familiares están angustiados y preocupados, inquietos. Esa visita que se hace en horario nocturno, en horarios bastante marginales, trae mucho consuelo y mucho acompañamiento. Rezamos juntos, acompañamos, nos transmiten sus inquietudes, sus preocupaciones, sus miedos", cuenta.
Los laicos reciben una guía para poder acompañar, incluso responder y participar en la oración durante el sacramento de la unción. "Los laicos que colaboramos con el servicio sacerdotal de urgencia lo hacemos desde hace mucho tiempo, hemos iniciado nuestra actividad apostólica a los 18, 19 años, y continuamos haciéndolo luego de tanto tiempo. Las experiencias son variadas, múltiples. Vivencias de todo estilo. Somos testigos, silenciosos muchas veces, de varios milagros de gente que estaba distanciada de la fe, distanciada de sus hermanos, distanciada de sus familiares", relata.
Es que, como explica, muchas veces la ausencia de salud, limitaciones físicas o enfermedades "nos hacen razonar, meditar, y colaboran en cierta manera para buscar un reencuentro, una solución o un pedido de perdón". En ocasiones, cuenta, "uno piensa que el enfermo no va a estar preparado, pero muchas veces también el enfermo está a la espera de tener un encuentro íntimo con Jesús y está preparado para lo que lo que tenga que venir".
Cuando la gracia moviliza al apostolado
Entre las historias que pudo acompañar, recuerda especialmente la de una persona relativamente joven que estaba en lista de espera para recibir un trasplante de corazón, quien llamó a las 3 de la mañana. Y recuerda: "El propio paciente tenía un celular escondido en su habitación e hizo el llamado cuando le avisaron que iba a ser trasplantado. Pidió en forma urgente la presencia del sacerdote. Fuimos enseguida al encuentro y el padre lo pudo atender cuando lo estaban preparando porque el tiempo urgía, aún con las medidas de prevención bastante exigentes. No permitían que nadie pudiera acercarse, pero el hombre insistió que quería tener un pequeño encuentro con el sacerdote, y el sacerdote lo pudo atender mientras lo estaban preparando para el trasplante".
El joven se recuperó de la cirugía y comenzó su propio apostolado en el servicio sacerdotal de urgencia de la diócesis de Paraná.
Esperar al sacerdote para partir en paz
En ocasiones el enfermo se recupera de su dolencia, aún grave, pero en otras, la visita, naturalmente, precede la partida a la casa del Padre. Recuerda Braceras el caso de una persona para la que durante el día no conseguían sacerdote, llegó la tarde y ni bien abrió la guardia a las 21:30 se comunicaron al servicio y los laicos fueron con el sacerdote. "Se llegó con lo justo para que la persona pudiera tener el encuentro con Cristo. El padre le dio los sacramentos y después pudo partir en paz... La tranquilidad a la familia es bastante significativa. Cuando uno tiene un familiar que está sufriendo y lo ve inquieto, la visita del sacerdote reconforta al enfermo y también da el consuelo en los momentos críticos del final de la vida".
Bautismos y matrimonios
Braceras recuerda la celebración de un matrimonio con una pareja que había estado unida toda su vida; un hombre muy mayor que, enfermo, esperaba al sacerdote de la mano de su mujer. Y, mientras se daba el diálogo, cuentan al sacerdote que nunca se habían casado, que siempre lo habían postergado por distintos motivos, y ante la inexistencia de impedimentos y su voluntad, allí mismo, con los laicos de testigos, se celebró el sacramento del matrimonio.
En ocasiones también se dan bautismos. Braceras evoca casos de nacimientos fuera de término, de manera imprevista, con familiares desconcertados que llaman al sacerdote pidiendo el bautismo para el niño, el agua del socorro.
Pero el bautismo también es requerido en otras circunstancias. El padre Villarino atesora especialmente el recuerdo de una visita a la terapia intensiva del hospital pediátrico Garrahan -del que suelen llamar los propios enfermeros y médicos- donde una madre cuidaba a su niño de 7 años, totalmente quemado, luego del fallecimiento en el incendio del papá y el hermanito. Era pandemia, por lo que no podían acudir los laicos acompañando al sacerdote. La mamá estaba muy mal, el personal de salud, muy conmovido, rezando, llorando. El Padre José María bautizó al niño, llevó consuelo y paz al personal, y al retirarse recibió el llamado del jefe del área para agradecerle que se hubiera acercado en esas circunstancias.
El recuerdo de la pandemia
El padre Villarino recuerda especialmente el período de pandemia cuando en la Argentina se establecieron, durante varios meses, restricciones muy estrictas, con impedimentos gubernamentales incluso para la celebración del culto público. Ante esta circunstancia, los sacerdotes siguieron atendiendo y acompañando; incluso, con la ayuda de los seminaristas del Seminario de Buenos Aires, comenzaron a brindar el servicio desde las 11 de la mañana, además, 15 sacerdotes se prestaron para hacer contención telefónica a los angustiados y enfermos solos.
"Eso fue extraordinario. Nosotros los sacerdotes hacíamos todo. Si había llamados, íbamos con nuestro auto, atendíamos los llamados, los pedidos de oración... Hay gente muy sola a la noche. Quiere hablar con alguien, con un sacerdote", completa.
La noche es de Dios
Esta es la verdad de nuestra Argentina, expresa el padre José María, conmovido mientras evoca los llamados de los nosocomios para asistir a los enfermos, e incluso las visitas de la nochebuena que ha realizado. Y se explaya: "Lo bueno del servicio sacerdotal es que la noche es de Dios. Uno va a tender un enfermo, y en seguida te llaman por otro enfermo de ahí del hospital".
Los Papas y el servicio sacerdotal
San Juan Pablo II, durante su paso por Córdoba en 1987, expresó: "Sé que, como fruto de una iniciativa nacida en esta ciudad de Córdoba, se creó el primer Servicio Sacerdotal de Urgencia, a través de él cada noche sacerdotes y laicos, en vigilante espera, se movilizan para atender el llamado de Cristo a través de sus enfermos. Sé también que este hermoso ejemplo se ha multiplicado en diversas diócesis de la Argentina. Me da mucha alegría, y os aliento a continuar en este esfuerzo apostólico mediante el cual se hace visible la solicitud de la Iglesia, que vela día y noche por sus hijos más necesitados.
Por su parte, el Papa Francisco, cuando residía en la Argentina, llegó a ser parte del equipo de sacerdotes del Servicio.