"En un mundo en el que diversas formas de tiranía moderna pretenden suprimir la libertad religiosa, o tratan de reducirla a una subcultura sin derecho a voz en la plaza pública, o de utilizar la religión como pretexto para el odio y la brutalidad, es imperativo que los seguidores de las diversas religiones unan sus voces en un llamamiento a la paz, la tolerancia y el respeto de la dignidad y los derechos de los demás".
Con este párrafo cargado de sentido, inicia el Informe Sobre Libertad Religiosa 2023 de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), una importantísima investigación bianual de esta organización pontificia que se realiza en 162 países. En términos generales, el informe 2023 subraya que en un tercio de los países del planeta no se respeta la libertad religiosa, lo que afecta al 62,5% de la población mundial.
Dicho de otra forma: no obstante que el derecho a la libertad religiosa y de conciencia está consagrado en la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), en la actualidad, más de la mitad de las personas del mundo no pueden practicar libremente su fe. Y la peor noticia es que la violación a este derecho va en aumento progresivo desde que ACN comenzó a monitorearlo en 1992.
De enero de 2021 a diciembre de 2022, 47 países de los que investiga el informe de ACN han empeorado por lo que en el mundo existen 4,900 millones de personas que no pueden ejercer libremente su creencia religiosa y solamente en nueve países el marco de libertad ha mejorado: cinco veces menos de los que han empeorado, lo que da un reflejo muy claro de lo que está pasando con la fe.
En términos generales, desde 2021 al menos en cuarenta países ha habido personas asesinadas o secuestradas por su fe, y en 36 de ellos los autores de los asesinatos y secuestros raramente son o han sido procesados por el sistema judicial. Por lo demás, en 34 países se han atacado o dañado (en algunos casos con pérdida total) lugares de culto o propiedades religiosas.
¿Cómo se encuentran América Latina y el Caribe?
El informe de ACN destaca un solo país en rojo, es decir, en persecución religiosa declarada por un gobierno autoritario: el de Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo. Un país en el que 95 por ciento de los 6.5 millones de habitantes que lo componen son cristianos y cuyo gobierno ha considerado que la principal confesión, la católica, es "terrorista" ha pasado a formar parte del oscuro grupo de países que persiguen la fe.
Entendiendo que la libertad de los individuos y de las comunidades para profesar y practicar su religión es un elemento esencial para la convivencia humana pacífica, el mapa de América Latina y el Caribe no aparece tan amenazador como lo es, por ejemplo, el mapa de África donde según ACN es el continente más violento por la expansión del yihadismo y en el que 13 países están en rojo (persecución).
El segundo de los rubros sobre libertad religiosa es el de discriminación por parte de gobiernos autoritarios (de corte marxista) a quienes profesan su fe. Dos países encabezan la lista discriminatoria en la región: Cuba y Venezuela. A ellos se suma Haití, pero no por gobierno autoritario (el gobierno haitiano prácticamente no existe), sino por violencia en contra de los ministros de culto y contra las instalaciones de las iglesias.
México, Argentina y Chile se encuentran "Bajo observación". Países que anteriormente respetaban la libertad religiosa han decidido que este derecho humano fundamental sea considerado como un derecho "de segunda". En el caso de México, la violencia ejercida en contra de sacerdotes y religiosos indica que existe un ambiente donde los valores que antaño funcionaban en la sociedad ya no respetan a la Iglesia "ante la pasividad de las autoridades" (obispo Ramón Castro).
A gobiernos como los de Nicaragua, Cuba o Venezuela habría que recordarles la Declaración Universal de Derechos Humanos que ellos mismos han ratificado:
Artículo 18
Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.