El 15 de abril, Jartum amanece con fuego y conmoción. Tropas paramilitares asaltaron el aeropuerto de la capital así como varios puntos clave del país. El número de víctimas es alto: 56 muertos entre civiles, decenas entre soldados, cientos de heridos, muchos de los cuales no pueden ser trasladados al hospital. Un avión de Saudi Airlines es incendiado. El país está bloqueado, paralizado, atenazado por facciones rivales.
Luchas de facciones
La causa de estos enfrentamientos se remonta a una lucha fraccional entre el general Abdel Fattah al-Burhan y Mohammed Hamdan Dagalo, apodado Hemedti. El primero de formación militar, del centro del país. El segundo proviene de una familia nómada de Darfur y lidera la FSR, la milicia Rapid Support Forces. También es vicepresidente del primero, lo que complica aún más su relación.
Los dos hombres dieron un golpe de estado el 25 de octubre de 2021 y desde entonces han compartido el poder. Una división sobre bases institucionales, étnicas y geográficas. Compartiendo lo que Hemedti desea acabar con monopolizar todo el poder.
A principios de marzo, los dos hombres llevaron sus tropas a Jartum, una forma tanto de aumentar la presión sobre el rival como de protegerse de una posible acción militar. Desde entonces, la tensión ha crecido constantemente en la capital y en las principales ciudades.
Choque militar, choque étnico también entre las poblaciones de Darfur y las del centro del país. Las FSR nacieron del deseo del expresidente, el general Omar el-Béchir, de estructurar las fuerzas paramilitares de Darfur para integrarlas al ejército regular y así, esperaba, limitar su actuación.
Una capital en llamas
Al-Bashir usó estas milicias de Darfur para sofocar las rebeliones que estaban causando estragos en otras partes del país. De ahí nació el FSR de Hemedti, en un principio un pequeño grupo armado, que fue tomando cada vez más importancia.
Al punto de reivindicar la autonomía y participar en el golpe de Estado de octubre de 2021, que expulsó a los civiles y puso en el poder a los militares. Ante la presión de la comunidad internacional, los líderes militares aceptaron un acuerdo en diciembre de 2022 que estipulaba el establecimiento de un gobierno civil, la destitución de los militares y la integración de las RSF en el ejército.
Para Abdel Fattah al-Burhan, esta es una buena manera de deshacerse de Hemedti. Al llevar a cabo su golpe de Estado el 15 de abril, el FSR obviamente actuó para evitar ser derrocado del poder.
Cinco días después del inicio de las hostilidades, la situación en la capital sigue siendo opaca.
Los aviones de Al-Burhan responden a la artillería de Hemedti. Las asociaciones humanitarias presentes en el lugar evocan hospitales paralizados, heridos que no encuentran tratamiento por falta de bolsas de sangre y medicinas, cortes de luz.
Si por el momento es imposible saber quién logrará mantenerse en el poder, los dos bandos no descuidan el uso de la fuerza, aunque signifique disparar contra civiles y viviendas.
A pesar de los llamados a un alto el fuego del Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, y de la ONU, nada ha podido detener la violencia. Si las causas del conflicto son ante todo internas, es evidente que los países vecinos intentarán sacar provecho de ello.
Etiopía, Chad y Egipto están atentos a la continuación de las operaciones, teniendo gran interés en tener un aliado en Jartum, ciudad que controla el eje del Nilo (el valle del Nilo, nota del editor). Sin mencionar Port Sudan, uno de los principales puertos del Mar Rojo, crucial para una serie de intercambios económicos en la región. Esta lucha por el poder, por lo tanto, va mucho más allá del marco de Sudán y está sacudiendo a toda la región.