“Depongamos las armas del odio y la venganza para abrazar la oración y la caridad”, instó el Papa Francisco durante la misa celebrada en Juba el 5 de febrero de 2023, último día de su gira por África.
Ante cerca de 70.000 fieles sursudaneses reunidos en el mausoleo de John Garang, incluido el presidente Salva Kiir, el pontífice argentino lanzó un nuevo llamamiento para oponer la lógica del perdón a la de la violencia. La guerra civil que comenzó en 2013 mató a más de 400.000 personas y provocó el éxodo de 4 millones de personas.
En la enorme explanada en la que se encuentra la estatua de John Garang, el 'padre' del joven estado fundado en 2011, muchos no durmieron mucho esa noche. "Llegué aquí a medianoche porque no quería perdérmela", admite Christopher Dominic. A sus 57 años, este vecino de Juba recuerda que Juan Pablo II vino a visitar Sudán en 1993. "Pero se quedó en el norte y la gente del sur no podía verlo", explica el hombre, feliz de ver "que el Papa trae la paz al país".
Mismo estado de ánimo por parte de Poni Pamela Benjamin, que llegó el día anterior al mausoleo de John Garang. La madre de tres hijos espera de todo corazón que las palabras del pontífice puedan llegar a toda la sociedad.
"Si no hay paz, no hay escuelas ni hospitales. El Papa viene a salvarnos de los muros que hemos construido", dice. Yse sintió particularmente conmovida por los mensajes de Francisco sobre las mujeres. "Estamos enfrentando muchos abusos… Es importante que los hombres aquí presentes escuchen lo que ha dicho el Papa", insiste.
El día anterior, el Papa y el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, habían lanzado fuertes llamados para proteger a las mujeres del abuso sexual. El jefe de la Iglesia Católica incluso les había dicho que ellos eran la "clave para transformar el país".
Bajo un sol que pugnaba por romper la nube de polución en el cielo de Juba, el Papa Francisco hizo su entrada en el papamóvil, provocando júbilo en la explanada.
"Dejemos las armas del odio"
"Nosotros, sal de la tierra, estamos llamados a dar testimonio de la alianza con Dios con alegría, con gratitud", subrayó Francisco en su homilía. Invitó a los fieles a "construir buenas relaciones humanas, para evitar la corrupción del mal, la enfermedad de las divisiones, la infamia de los negocios ilegales, la plaga de la injusticia".
"Frente a tantas heridas, a la violencia que alimenta el veneno del odio, a la injusticia que provoca la miseria y la pobreza, uno puede sentirse pequeño e impotente". E invitó a los católicos a identificarse con la sal que da todo su sabor a los platos, aunque parece casi invisible.
"Aun cuando nuestras fuerzas nos parezcan pequeñas ante la magnitud de los problemas y el furor ciego de la violencia, podemos ofrecer un aporte decisivo para cambiar la historia", insistió el pontífice argentino.
"Depongamos las armas del odio y la venganza para abrazar la oración y la caridad", pidió Francisco. Invitó a superar "aquellas antipatías y aversiones que, con el tiempo, se han vuelto crónicas y que corren el riesgo de oponer tribus y etnias". Y a "poner sobre las heridas la sal del perdón, que quema pero cura".
"Aunque el corazón sangre por los agravios recibidos, renunciemos de una vez por todas a responder al mal con el mal”, suplicó el Papa. Y pidió a los sursudaneses que irradien "la luz de Dios", que se vuelvan "luminosos".
"Jesús te conoce y te ama"
"Antes de preocuparnos por la oscuridad que nos rodea, antes de esperar que algo a su alrededor se ilumine, debemos brillar, iluminar con nuestra vida y nuestras obras las ciudades, los pueblos y los lugares que habitamos", insistió el Papa.
"¡Esta tierra, muy hermosa y magullada, necesita la luz que cada uno de vosotros posee, o mejor, la luz que cada uno de vosotros sois!", instó el jefe de la Iglesia Católica. Pidió que se desarrollen comunidades cristianas que den testimonio del "Dios de la paz" (Fel 4, 9), del "Dios de quien procede todo consuelo" (2 Cor 1, 3), mostrando que es posible "construir todos juntos un futuro reconciliado”.
"Jesús te conoce y te ama", recalcó Francisco con esta promesa: "Si permanecemos en Él, no debemos temer. Porque también para nosotros cada cruz se transformará en resurrección, cada tristeza en esperanza, cada lamento en danza".