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Esta adolescente sacrificó su vida por los niños no nacidos

Anna Maria Zelíková
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Anna Gebalska-Berekets - publicado el 10/02/23
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El rostro de Ana se iluminó con una hermosa sonrisa. "Qué hermoso, no me cambiaría por nadie", susurró. Sostuvo el crucifijo con fuerza en sus manos y lo besó. Cuando la campana de la torre de la iglesia empezó a dar las doce, su cabeza cayó sin fuerzas sobre la almohada. Solo tenía 17 años

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"La verdadera belleza se esconde en la fidelidad en las cosas pequeñas", escribió Ana Zelíková en su diario. La adolescente ofreció su sufrimiento por los niños fallecidos a consecuencia del aborto. 

Ana Zelíková

La vida de Ana Zelíková se parece a la de santa Teresa del Niño Jesús. Ambas llevaron una profunda vida espiritual desde temprana edad, se interesaron por la sabiduría carmelita y confiaron totalmente en Dios. 

Lo que sabemos sobre Ana proviene de sus propios escritos, diario, registros de ejercicios espirituales y cartas. 

Zelíková nació el 19 de julio de 1924 en lo que hoy es la República Checa. Creció en una familia creyente en la que se cultivaban las tradiciones religiosas. 

Ana quería entregar su vida a Dios.

Después de recibir su Primera Comunión el 25 de mayo de 1933, asistía a misa todos los días. 

Buscó inspiración para su vida espiritual en la autobiografía de santa Teresa de Lisieux. 

Siendo una niña de 13 años, decidió hacerse monja carmelita, pero el momento más importante de su vida aún estaba por llegar. 

El sufrimiento como expiación por los pecados del aborto

Un día, Zelíková se enteró de los intentos de quitar la vida a los niños no nacidos en Checoslovaquia. Entonces decidió ofrecer sus sufrimientos como expiación por los pecados del aborto.

El 15 de abril de 1938, Viernes Santo, ofreció su sacrificio ante el Santísimo Sacramento. Pronto Anna enfermó de tuberculosis

Padeció esta enfermedad durante varios años. Debido a su mala salud, no pudo ingresar al convento carmelita.

Sin embargo, recibió permiso de las autoridades eclesiásticas para ser carmelita de la Tercera Orden. Hizo sus votos religiosos el 10 de septiembre de 1941.

La belleza tras la fidelidad en las cosas pequeñas

En su diario escribió:

"La verdadera belleza se esconde en la fidelidad en las cosas pequeñas. Siempre he querido realizar grandes y heroicos actos de amor, pero cuando vi que no podía, me entristecí. Ahora encuentro un gran heroísmo en las pequeñas cosas, de modo que ya no tengo la mínima pena si puedo hacer algo o no".

Ana quería estar unida a Jesús y tener una relación personal con Él. 

"Querido Jesús, que mi amor por ti sea cada vez más grande, y que este amor me haga olvidarme completamente de mí misma. Todo, ya sea tristeza o alegría, proviene de Tu amor. Deja que todo lo que soy y todo lo que tengo te cante una canción de alabanza.

En los últimos días antes de su muerte, anotó en su diario:

"Sufro con una paz muy profunda, aunque no hay un solo rayo de luz. Jesús concedió mi petición, que le presenté en una de mis oraciones. Me deja en completa oscuridad sin consuelo, ¡pero estoy tan segura de su amor! Estoy tranquila porque Jesús lo quiere. Cuanto más amo a Jesús, más lejos de mí me parece que está".

Una apóstol de la sonrisa y candidata a los altares

Ana quería dar a todos la alegría de vivir y la paz, por eso eligió el "apostolado de la sonrisa" como meta. 

"Quiero sonreír hasta mi último aliento. Ah, todo lo que puedo darle a Dios ahora es un latido y una sonrisa. No me queda más que amor y confianza".

Alrededor de las cinco de la mañana del 11 de septiembre de 1941, el rostro de Ana se iluminó con una hermosa sonrisa. "Qué hermoso es, no me cambiaría por nadie", susurró. La adolescente sostuvo el crucifijo con fuerza en sus manos y lo besó. 

Cuando la campana de la torre de la iglesia empezó a dar las doce, la cabeza de Anna cayó sin fuerzas sobre la almohada. Solo tenía 17 años.

Las monjas carmelitas, antes de colocar su cuerpo en el ataúd, vistieron a Ana de blanco y adornaron su cabeza con una corona de laurel. Pusieron un ramo de rosas a sus pies y su amado rosario y la cruz en sus manos. 

Sobre el corazón de Zelíková descansaba una imagen de la Primera Comunión, el escapulario carmelita marrón y la regla de la tercera orden carmelita.      

Aún falta un milagro para la beatificación

No fue posible iniciar el proceso de beatificación hasta la caída del régimen comunista. La fase diocesana finalizó en diciembre de 1995. Ahora se encuentra en la fase romana.

Fuentes: ado.cz; karmel.pl; marcha.info; katyd.cz; stswithuns.org.uk.

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