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“Sin novedad en el frente”: hermanos de sangre en las trincheras

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José Ángel Barrueco - publicado el 01/02/23
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Nueva versión cinematográfica de la novela del escritor católico Erich Maria Remarque 

Puede que el largometraje alemán de Netflix, "Sin novedad en el frente", dirigido por Edward Berger, se convierta en una de las grandes sorpresas de los Oscar. De hecho, ya lo es: ha obtenido 9 nominaciones en los Premios de la Academia, entre ellas la de Mejor Película y Mejor Película Internacional, como sucedió hace unos años con "Parásitos", que finalmente fue galardonada en ambas categorías. 

Es la tercera vez que adaptan el libro al cine, tras las versiones de 1930 y 1979. Aunque no hayamos leído la novela antes de ver la película de Berger, es interesante conocer un poco la vida de su autor, Erich Maria Remarque (1898 – 1970).

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Proveniente de una familia de origen francés, nació en Alemania y pronto asistió al seminario católico de Osnabrück. Su propósito era ejercer como maestro de primaria. Pero la Primera Guerra Mundial y el servicio obligatorio en el ejército le arrebataron sus intenciones.

Apenas cumplidos los 18 años fue incorporado al frente, donde sufrió lo bastante para escribir crudos diarios de guerra que luego convertiría, con algunas dosis de ficción y licencias, en novelas, entre ellas la más famosa: "Sin novedad en el frente", un alegato contra la guerra, una obra antibelicista que años después despertaría la ira de los nazis. 

La película que nos llega ahora podría considerarse la cara B de la guerra mostrada en "1917", el prestigioso filme de Sam Mendes estrenado en 2019. Si en aquella veíamos sufrir, luchar y sobrevivir a unos soldados ingleses jovencísimos, aquí nos muestran el otro lado: los soldados alemanes jovencísimos, que ingenuamente fueron al frente cargados de ideales absurdos sobre heroísmos y sobre la necesidad de no quedarse en casa pegados "a las faldas de mamá". 

A Paul Bäumer (el debutante Felix Kammerer) y a sus compañeros un alto mando los estimula hablándoles de su contribución al futuro de Alemania y les pide que luchen "por el káiser, por Dios y por la patria", que en realidad son tres mentiras cuando más tarde descubramos que sólo luchan por los superiores que se dan atracones de vino y manjares mientras ellos tratan de sobrevivir al frío, al hambre, a la lluvia, al barro, a los piojos, al miedo y al horror que les rodean por doquier. 

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“Por el amor de Dios, traigamos la paz”

Igual que sucedía en "1917", hay un contraste fabuloso entre las imágenes que exhiben el dolor y la violencia con toda su crudeza y los paisajes naturales donde parece increíble que el hombre pueda ser capaz de provocar tantas carnicerías mediante minas, balas y bombas.

Pero en el filme también hay una defensa sobre la amistad y la camaradería entre los soldados que fueron a luchar: muy jóvenes, inexpertos e ingenuos, pero capaces de ayudarse entre ellos para sobrevivir un día más a esos calvarios.

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Los diálogos y las interpretaciones de algunos de los actores logran que el espectador les coja cariño, aunque intuya que irán cayendo uno tras otro bajo las bombas o ahogados en las trincheras inundadas de agua y barro. Una de las escenas más conmovedoras transcurre durante un descanso, en pleno campo, mientras el protagonista le lee a un compañero analfabeto la carta que su mujer le ha escrito. Ahí nace una complicidad que quizá en otros escenarios, sin tanta muerte alrededor, no se hubiera dado. 

En otra de las escenas, ésta terrible por su carga de dramatismo y desesperación, Paul lucha a cuchillo contra un soldado rival y lo derrota. Una vez salvada su propia vida, advierte que el otro está a punto de morir y se apiada de él: trata de detener la hemorragia y masculla tres veces "Lo siento". Son estos momentos, o aquellos en los que tratan de robar comida de una granja en medio de un paisaje nevado, u otros en los que intentan salvar a compañeros que se desangran, los que engrandecen el filme. A medida que transcurre el metraje, la mirada de Paul va mutando: ya no es un cachorro. Se ha convertido en un hombre sepultado por el horror, el miedo y la decepción. 

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Una película notable, enmarcada dentro de un género que por desgracia nunca pasa de moda porque siempre hay conflictos bélicos en alguna parte del planeta. Después de verla y de digerir sus brutales escenas, puede que sigan resonando en nuestras cabezas las palabras de Matthias Erzberger (Daniel Brühl), quien se obstina en detener las hostilidades: "Cada minuto que desperdiciamos hablando, muere otro soldado. Busquemos piedad donde podamos, pero por el amor de Dios, traigamos la paz".

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