«Señor, te amo». Estas tres palabras, pronunciadas como un susurro antes de morir, unen a dos de los personajes más importantes de los últimos tiempos de la Iglesia: Benedicto XVI y santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897).
Benedicto XVI las pronunció en la noche del 30 al 31 de diciembre pasados, con una voz sumamente débil, pero «muy nítida», según ha revelado su secretario particular, el arzobispo Georg Gänswein.
125 años antes, sobre las 7:20 de la noche del 30 de septiembre de 1897, mientras apretaba fuertemente un crucifijo entre sus manos, Teresa de Lisieux, de 24 años, pronunciaba sus últimas palabras: «¡Oh!, ¡le amo! ... Dios mío... te amo…», como relatan la madre Inés y sor Genoveva, las monjas presentes a su lado.
En una ocasión, el Papa Benedicto había comentado estas “últimas palabras” de la santa que tanto admiraba: «son la clave de toda su doctrina, de su interpretación del Evangelio».
«El acto de amor, expresado en su último aliento, era como la respiración continua de su alma, como el latido de su corazón. Las sencillas palabras “Jesús, te amo” están en el centro de todos sus escritos» (Benedico XVI, 6 de abril de 2011).
Dos contemplativos
No es casualidad que las palabras espontáneas que vinieran a sus labios fueran las mismas: los dos habían dedicado los últimos nueve años de su vida a la contemplación: Teresita en el Carmelo de Lisieux, Joseph Ratzinger en el monasterio «Mater Ecclesiae» del Vaticano.
Teresita, era junto a las otras dos Teresas (la de Ávila y la de Calcuta, sin contar a la Virgen María, obviamente), la santa preferida de Joseph, como acaba de confirmar el mismo monseñor Gänswein, en una entrevista.
La decisión de Benedicto XVI de retirarse a la vida contemplativa había sido algo profundamente meditado. El anuncio efectivo tuvo lugar el 28 de febrero de 2013.
Desde el Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, el Papa alemán renunció oficialmente a su ministerio pontificio y declaraba que a partir de ese momento sería «simplemente un peregrino que comienza la última etapa de su peregrinación en esta tierra».
Antorchas «que arden de oración y amor»
Y anunciaba que a partir de ese momento serviría a la Iglesia, «principalmente a través de la oración», al igual que tantos monjes y monjas contemplativos, esparcidos por los cinco continentes.
Se comprende así la importancia que siempre había dado Benedicto XVI al papel de los contemplativos en la Iglesia: «tenéis en la Iglesia la misión de ser antorchas que, en el silencio de los monasterios, arden de oración y de amor a Dios», poniendo ante él «las necesidades de cuantos viven en esta tierra» (6 de septiembre de 2009).
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