—Me enamoré súbitamente, mariposas en mi estómago y luces maravillosas por doquier… No lo podía creer, era -a mis ojos- un hombre maravilloso. Me apena decirlo pero pronto cedí a tener relaciones íntimas, y solo cuatro meses después de conocernos, decidimos contraer matrimonio… Fue un error, y hubiera sido mil veces preferible sentirme desdichada en mi imaginación por no haberme casado que haberlo sido en la realidad —contaba una joven mujer en consulta, que había sufrido de violencia.
Me sucedió que, ya en el matrimonio, me aferré a rescatar un ideal de relación soportando golpes y vejaciones, porque creía que aún le amaba, cuando en realidad, lo que amaba era solo la idealización de lo que pudo haber sido y no fue.
Al final, solo fue una relación de sexo y sentimientos confusos, por lo que ahora que he conocido a alguien, siento desconfianza por los errores que cometí —agregó con tono de inquietud.
Hombres y mujeres somos distintos
—Pasa que, por naturaleza, la mujer personaliza profundamente su sexo, y por lo tanto, los sentimientos de una relación íntima, mientras que en el hombre sucede lo contrario, por lo que puede equivocadamente considerar el sexo como si de un objeto se tratara.
Dicho de otra manera, cuando la mujer intenta una separación entre su sexo y su persona, se hace más daño a sí misma que el hombre cuando comete ese error.
—¡Oh, vaya que eso es verdad!
Los tres componentes del amor
—Le propongo que hablemos de los tres componentes naturales que componen el amor: el instinto, los sentimientos y la reflexión, tal cual habláramos de su composición química —le sugerí amablemente.
—La escucho.
—El instinto sexual. Es una pulsión de origen biológico, y por lo tanto normal, que en la persona está condicionado a bienes superiores, como lo son el amor conyugal y la generación de los hijos. Hablamos del sentido esponsal de la sexualidad, por el que varón y mujer, se convierten en un don mutuo en el amor conyugal.
Sin embargo, se debe admitir que se llega a confundir el amor personal con la pasión de amor. Este error tiene como consecuencia posteriores fracturas, o padres y madres solteras.
Los sentimientos. Son buenos y necesarios, porque dan color y calor humano a nuestras relaciones. Son la alegría, la tristeza, el cariño, la ternura…
Mas lo cierto es que constituyen solo su parte psicológica, por lo que no se debe reducir el amor solo a estos, pues se caería en lo que llamamos sentimentalismo, originándose relaciones de baja calidad, frustración, chantaje sentimental, dependencia afectiva y emocional.
Así, pues, nos encontramos con que en el sexo los sentimientos solo nos hacen “sentir” al amado, pero no nos pueden hablar del quién de su persona.
El amor pensado y querido
El amor de dilección o reflexión. Solo se ama lo que se conoce en su verdad y bondad, de manera que ese conocimiento mueve a la voluntad hacia la aceptación del bien encarnado en una persona concreta.
¿Por qué es así? Porque solo la inteligencia y la voluntad pueden captar lo inmaterial y espiritual de la persona que nos atrae.
Es así porque al querer y no, mediando el trato en un tiempo prudente, dejan traslucir defectos o cualidades en su carácter, temperamento, virtudes, psicología y más... que ciertamente son cosas de la persona y no la persona misma, pero que finalmente, la van definiendo como tal en sus auténticos valores.
Por eso importa el tiempo de noviazgo
Para ello, es muy necesaria la etapa del noviazgo, para desarrollar y madurar ese amor de reflexión, por encima del instinto y los solo sentimientos.
Mi consultante comprendió que debía tomarse el tiempo necesario para lograr el amor de reflexión. O usar de su libertad para no aceptar una relación que no respondiera a los criterios correctos.
Por Orfa Astorga de Lira
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