Al escuchar el nombre del gran poeta español Rafael Alberti (1902-1999), seguramente los primeros versos que muchos recordarán –incluso recitados por la propia voz del autor– son éstos:
«Si mi voz muriera en tierra,
llevadla al nivel del mar
y dejadla en la ribera»…
Un poema que forma parte de su primer libro, Marinero en tierra (1924), donde un jovencísimo Alberti reunía sus composiciones más tempranas, marcado por la nostalgia de su tierra natal (El Puerto de Santa María, Cádiz), tras haberla dejado en su adolescencia para ir a Madrid. Además, la temprana muerte de su padre fue lo que lo empujó a escribir.
Es habitual encontrar fragmentos de esta obra –con la que obtuvo el Premio Nacional de Literatura– en antologías del autor o de su época, o incluso de la lírica española de todos los tiempos, tanto en papel como en Internet.
Sin embargo, hay una parte mucho menos conocida del libro. Se trata del titulado «Triduo del alba», una recopilación de sonetos encabezados por una importante dedicatoria: «A mi madre». Tres sonetos dedicados a la Virgen del Carmen, de gran devoción en su lugar de origen.
Efectivamente: este miembro de la llamada «Generación del 27» que destacó en gran medida por su compromiso político con el comunismo, dedicó algunos de sus primeros versos a la Virgen del Carmen, patrona de los marineros.
No es extraño este retazo de fe cristiana y de maternidad en los primeros años de un autor que comenzó a escribir a partir de una experiencia de oscuridad y de exilio interior, desde la finitud de la existencia y el dolor por la muerte. Años después, Alberti iría acentuando una relación conflictiva con la religión en general y con la Iglesia católica en particular, aumentando su anticlericalismo.
En el día de la Virgen del Carmen, los versos del joven Rafael Alberti son un buen ejemplo de la mirada de devoción y cariño que el pueblo ha dedicado, durante siglos, a la que él llama «capitana de los mares, la voz de la mañana y la sirena azul de mi navío». Aquí están los tres sonetos más desconocidos del poeta:
TRIDUO DEL ALBA
A mi madre
- Día de coronación
Sobre el mar que le da su brazo al río
de mi país, te nombran capitana
de los mares, la voz de la mañana
y la sirena azul de mi navío.
Los faros verdes pasan su diana
por el quieto arenal del playerío.
Del fondo de la mar, el vocerío
sube, en tu honor -¡tin, tan!-, de una campana.
¡Campanita de iglesia submarina,
quién te tañera y bajo ti ayudara
una misa a la Virgen del Carmelo,
ya generala y sol de la marina!
La cúpula del mar, como tiara,
y como nimbo la ilusión del cielo.
- Día de amor y bonanza
Que eres loba de mar y remadora,
Virgen del Carmen, y patrona mía,
escrito está en la frente de la aurora,
cuyo manto es el mar de mi bahía.
Que eres mi timonel, que eres la guía
de mi oculta sirena cantadora,
escrito está en la frente de la proa
de mi navío, al sol del mediodía.
Que tú me salvarás, ¡oh marinera
Virgen del Carmen!, cuando la escollera
parta la frente en dos de mi navío,
loba de espuma azul en los altares,
con agua amarga y dulce de los mares
escrito está en el fiero pecho mío.
- Día de tribulación
¡Oh, Virgen remadora, ya clarea
la alba luz sobre el llanto de los mares!
Contra mis casi hundidos tajamares,
arremete el mastín de la marea.
Mi barca, sin timón, caracolea
sobre el tumulto gris de los azares.
Deje tu pie, descalzo, sus altares,
y la mar negra verde pronto sea.
Toquen mis manos el cuadrado anzuelo
—tu escapulario—, Virgen del Carmelo,
y hazme delfín, Señora, tú que puedes…
Sobre mis hombros te llevaré a nado
a las más hondas grutas del pescado,
donde nunca jamás llegan las redes.