El 25 de mayo de 1887 nació en Pietrelcina (Benevento) -de padre Grazio y madre Maria Giuseppa- Francesco Forgione (Padre Pío). Quien le dio el nombre fue su madre, que además de ser muy creyente también era muy devota de san Francisco de Asís.
La pobreza en casa de Padre Pío
Fue bautizado al día siguiente de su nacimiento en la iglesia de Santa Ana. Y el 27 de septiembre de 1899 recibió la Confirmación y la Primera Comunión.
Francisco vivía en una familia muy pobre, hasta el punto de que no podía garantizarle ni la más mínima instrucción.
Y los años que debía dedicarse a estudiar, los pasaba ocupado en el trabajo de los campos, para poder ayudar a sus padres.
El "encanto" de Fray Camillo
Fue en Piana Romana en 1901 donde el Padre Pío realizó por primera vez su deseo de convertirse en sacerdote, gracias también al conocimiento de un fraile del convento de Morcone, Fray Camillo di Sant'Elia, que a menudo pasaba por Pietrelcina para recoger ofrendas.
Como Francisco pertenecía a una familia pobre, no podía permitirse el lujo de asumir los costos de sus estudios, especialmente desde el momento en que quiso convertirse en sacerdote.
El sacrificio de Grazio
Fue así como Grazio, consciente de que el Señor había elegido a su hijo para el sacerdocio, y para juntar el dinero necesario, por un impulso de amor y abnegación que sólo un padre puede hacer, se fue como emigrante a América en busca de un mejor trabajo.
En convento a la edad de 14 años
Gracias a los esfuerzos de su padre, Francesco logró tener el dinero para estudiar. Y así fue como en el otoño de 1902, a la edad de 14 años, obtuvo el consentimiento para ingresar en convento.
Esto es lo que vio el futuro fraile
En una de sus cartas al director espiritual, el Padre Pío escribe que el 1 de enero de 1903, tuvo una visión que le predijo que una lucha continua con Satanás lo acompañaría durante toda su vida.
Y más tarde, en otra visión del 5 de enero del mismo año, recibió el consuelo de Jesús y María que lo tranquilizaron, garantizándole su predilección y protección.
Confianza en Dios
Es significativo que la entrada del Padre Pío en el convento estuviera precedida por estas dos visiones.
Ciertamente, aumentaron la confianza de Francisco en Dios, dándole ciertas pruebas de su ayuda pero también haciéndole gustar la atención de un Dios que es Padre y advierte a su hijo de posibles peligros.
"Mammarella"
Además de la confianza y el abandono en su Salvador, el corazón de este pequeño fraile tenía que llenarse de gratitud.
Eso lo impulsó a una contemplación e inmersión cada vez más profunda en Dios a través de una oración hecha de imploración, gratitud y delicadezas dirigida también a su "Mammarella" -como le gustaba llamar a la Madre de Dios- a la que no se cansaba de invocar ni de hacerla invocar.