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Elisabeth Román: “Es la hora de los hispanos en EE.UU.”

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Inma Álvarez - Daniel Esparza - publicado el 06/04/22
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El Congreso Raíces y Alas recoge el testigo del V encuentro y del sínodo de la Sinodalidad, y quiere marcar un hito en la pastoral hispana americana

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El COVID ha marcado un antes y un después en la comunidad hispana de los EEUU. Esta comunidad es una de las que más ha sufrido los efectos de la pandemia, pues constituyen la mayor parte de los trabajadores esenciales. Muchos de ellos no pueden acceder a un seguro médico, pero tampoco podían dejar su trabajo.

En medio de ese sufrimiento, ¿dónde estaba nuestra Iglesia, nuestros pastores, nuestras instituciones? Son preguntas que, de acuerdo a Elisabeth Román, presidenta del Consejo Nacional Católico del Ministerio Hispano en los Estados Unidos, resuenan en estas comunidades.  

Román presidirá el próximo Congreso Raíces y Alas de Pastoral Hispana, que se celebra en Washington entre el 26 y el 30 de abril. Se trata de un evento muy esperado después de dos años de pandemia. De hecho, el proceso de inscripción cerró relativamente pronto, por haber superado el límite de capacidad.  

En esta entrevista, Elisabeth Román comparte con Aleteia los puntos claves de este Congreso, que podría suponer un antes y un después para la pastoral hispana en América. Los hispanos, Román asegura, son el presente y la esperanza de la Iglesia americana. Y es hora de que se escuche su voz, una voz que sienten que ha sido, por demasiado tiempo, si no silenciada, al menos no tomada lo suficientemente en serio. 

¿Podrías explicarnos cómo han surgido estos congresos Raíces y Alas y qué camino han recorrido, hasta el actual?

Este es nuestro sexto congreso. El primero fue hace ya 30 años. En 1991, un grupo de líderes se formó después de que habían cerrado un Consejo Hispano de los obispos, y decidieron fundar un consejo propio, de laicos, con un moderador episcopal. Nació así el Consejo Nacional Católico del Ministerio Hispano. 

Al año se hizo un primero congreso, al que asistieron 800 personas. Era un plan bastante ambicioso, porque se había empezado apenas un año antes, sin dinero, sin recursos. Ese primer congreso se conectó con los 500 años de la llegada de la evangelización a América, y también con el empuje de la nueva evangelización. Y de ahí salieron documentos que señalaban las prioridades de la pastoral hispana. 

Ya para el tercer congreso, que tuvo lugar después del III Encuentro de pastoral hispana, se puso en marcha el primer plan pastoral. Es fundamental recordar que somos el primer grupo étnico para el que los obispos han hecho planes pastorales específicos, aunque por desgracia no muchos recursos. 

En ese tercer congreso discutimos cómo íbamos a trabajar ese plan en parroquias, grupos, instituciones. De ahí salieron nuestras oficinas pastorales, que luego se cerraron, porque aquí las primeras cosas que cierran son las nuestras. Del quinto Congreso, que celebramos en 2014 en San Antonio (TX), y con el que contamos con más de 500 líderes, salió el proceso para el V Encuentro. 

El sexto congreso se puso en marcha cuando el obispo Cepeda convocó a los presidentes y vicepresidentes de organizaciones pastorales y diocesanas con el documento que salió del V Encuentro, para pedir apoyo. Ese documento contempla 28 prioridades que logramos agrupar en cuatro renglones: familia, pastoral juvenil, formación pastoral, y justicia social. 

Creamos cuatro equipos de líderes diocesanos para trabajar en esas prioridades, e incluimos a los respectivos responsables de la conferencia episcopal. Estos equipos llevan dos años no solo estudiando el documento final del V Encuentro, sino todos los documentos que el Papa ha publicado en estos años. Y resulta que, en medio de esta preparación, el Papa convoca un Sínodo sobre la sinodalidad. 

No todas las diócesis están haciendo el proceso sinodal. Y si lo están haciendo, nuestra voz no siempre es parte de ese proceso. Así que este congreso tiene una primera misión, que es responder al llamado del obispo Cepeda con el aporte del liderazgo al Encuentro, y construir el segundo plan pastoral. Pero también vamos a llevar esas voces al sínodo: la voz del liderazgo hispano en los Estados Unidos. 

La comunidad hispana ha sido, según varias estadísticas, la más afectada por la pandemia en los EE.UU. ¿Cómo ha afectado esto a la pastoral hispana y cómo los ministerios hispanos pueden encontrar forma de volver a hacer comunidad de una manera nueva?

No voy a hablar ahora como empleada diocesana, ni como presidenta del Consejo Nacional Católico, sino como fiel católica. Que hayan cerrado nuestras parroquias es comprensible. Está bien, había una crisis. Pero muchos pastores desaparecieron. No solamente cerraron las puertas: desaparecieron de la comunidad. 

La cuestión es que gente que más sufrió fue la gente de color. Esto, por varias razones: por los barrios en los que viven, porque no podían permitirse quedarse en casa y no trabajar, o porque tienen trabajos de primera necesidad ¿Quiénes procesaban y transportaban la comida? ¿Quiénes estaban en los restaurantes cocinando? ¿Quiénes estaban en las granjas, en los supermercados? ¿Quienes sostuvieron el país? Y todo esto, sin seguros médicos, o condiciones sanitarias suficientes. 

Tanto los pastores como los fieles desaparecieron. De nuevo, es comprensible: todos tenían miedo. Nos estábamos enfrentando a algo nuevo. Pero ahora ¿como esperan que la gente vuelva a las parroquias, si lo primero que les dicen es "necesitamos tu dinero"? Ahora esperan donaciones porque, es cierto, los ingresos han bajado mucho, pero ¿dónde estaban esos ministerios pastorales cuando de verdad los necesitábamos? 

Es cierto que durante la pandemia se ofrecieron cualquier cantidad de servicios online. Pero eso solo llega a cierto demográfico. Muchos latinos no pueden permitirse un plan de datos como para estar una hora viendo la misa on line ¿Es posible que las autoridades eclesiales, parroquiales o arquidiocesanas no se den cuenta de que esa es la realidad económica de la mayoría de sus diocesanos?

En resumen: sí, tenemos retos como Iglesia. Pero la clave está en que somos el pueblo de la esperanza. Latinos, hispanos, sea como sea que nos llamen, somos gente de esperanza, y es por eso que nuestro liderazgo, tanto a nivel local como en el Vaticano, está siendo apreciado.

¿No te parece que hay una disonancia notoria entre estas dos maneras de entender a la comunidad latina? Por una parte es evidente, con los datos en la mano, que el futuro e incluso el presente de la iglesia americana es hispano. Por otra parte, parece haber una cierta resistencia a comprender que esta es la gente que tienes que pastorear en estos momentos, si quieres mantener la Iglesia.

Si quieres seguir teniendo una Iglesia, diría yo: el 65% de la gente que asiste a la misa dominical en EEUU son latinos. La iglesia no sobrevivirá sin nosotros

Pasa, creo, que el hispano es muy humilde. Seguimos adelante incluso si nos tratan mal. Pase lo que pase, seguimos allí. A veces es duro, pero nos cuesta exigirle a nuestra Iglesia. Pero nuestros jóvenes ya no son así. No aceptan el mismo trato. Y que los padres sigan yendo a la Iglesia no significa que los jóvenes vayan a hacerlo. Nuestras iglesias están llenas de gente mayor, y no de jóvenes. Esta es la razón por la que hace decidimos hacer pastoral con los jóvenes hispanos, que pronto constituirán la  mayoría de nuestra Iglesia.

Y hemos tenido sorpresas en este ámbito. Para empezar, los jóvenes hispanos son ciudadanos americanos que han nacido y crecido en este país. Y crecimos de 50 a 64 millones de personas. Cuatro de cada cinco hispanos son ciudadanos estadounidenses. Eso es un montón de votantes.

Así que tenemos que seguir creciendo, alcanzando posiciones y niveles de liderazgo. Si nos registramos como votantes, podemos influenciar no solo decisiones tomadas a nivel diocesano, sino otras instancias de poder civil.

Cuando hice el proceso del Encuentro en Chicago nos reunimos con un Cardenal. Él vino a cuatro de nuestras sesiones del Encuentro. Venía de Roma una vez al mes, y llegó directamente desde el aeropuerto a una de esas sesiones. Y nos dijo, de parte del Papa, que la salvación de la Iglesia de los EEUU son los latinos.

El Papa lo tiene claro, y por eso manda gente. El nuncio se ha hecho eco de este mensaje. Nos tienen el ojo puesto, los líderes de la Iglesia. Posiblemente no todos los líderes que queremos, y quizá no los que tenemos más cerca, pero sí los líderes que están incluso por encima de ellos, incluido el nuncio. A nuestro congreso viene el presidente del CELAM. Estamos creando puentes.

Pero el problema con los puentes (como dice Mar Visoso, que va a ser la que abra el encuentro) es que nos conectan, sino que la gente los pisa. Así que tenemos que estar preparados para que nos pisen mientras seguimos compartiendo nuestra voz. De lo contrario, no habrá esperanza. Este congreso latino nos tiene que mostrar que somos el futuro de la Iglesia, y que tenemos que asumir ese liderazgo con responsabilidad.

En el congreso hay un momento central: la petición a los miembros del Congreso para que resuelvan la situación de los acogidos al DACA. ¿Es un gesto simbólico? ¿Qué esperan conseguir?

Como periodista, he estado antes en el Capitolio. Y en esas visitas me di cuenta de algo importante: en el staff del Gobierno hay personas de color, pero las personas que van al Capitolio a exponer sus necesidades son todas blancas. Nunca vi ni a un negro ni a un hispano llevar una solicitud. No estamos exigiendo nada, y el 90 % de las decisiones que el Congreso toma se basan en las peticiones directas del pueblo. 

Tenemos que traer aquí a nuestros jóvenes a que hagan esta petición. Estamos en año electoral, y es preciso que nos escuchen. Los participantes del congreso Raíces y Alas necesitan ver que tienen poder, que tienen influencia. Saber que pueden ir a hablar con sus representantes, con los candidatos, y elevar sus peticiones, les hará volver a sus comunidades realmente sintiéndose parte del destino de este país.

Suena como lo que sucedió con el movimiento por los derechos civiles en los tardíos 50s y los 60s, pero como comunidad latina y desde la Iglesia católica. 

Es así. Hay católicos a ambos lados del pasillo. Nosotros no estamos acudiendo al congreso con política partidista. Estamos yendo a pedir justicia social, lo cual incluye un camino claro para que los recipientes de DACA, TPS, y trabajadores esenciales, incluidos los empleados de granjas, que producen alimento, puedan solicitar su ciudadanía si así lo desean.

Lo repito: aquí nadie come sin nuestro trabajo. La persona que siembra la semilla en el campo, el que te sirve la comida en un restaurante, o quien la lleva a tu casa en el delivery, es una persona de color. Así que es nuestro momento. El problema es que nadie nos lo está diciendo. Y, en consecuencia, no nos sentimos empoderados.

Pero el Pew Research Center tiene cifras claras: cada treinta segundos, un hispano cumple 18 años, y cuatro de cada cinco de ellos son ciudadanos estadounidenses. Uno de los objetivos de este congreso es darnos voz. Nos estamos convirtiendo en gigantes: hágannos caso.  

Monseñor Dorsonville será una de las personas que hablará en este acto en el Capitolio. Será un llamado público para que los latinos actúen. De hecho, lo que los latinos haremos en ese Congreso va a ser algo que no ha hecho ninguna otra comunidad: estamos llamando la atención del Vaticano, de América Latina, de Europa. 

COMMUNITY

¿Y qué esperas que cambie para los jóvenes hispanos de este país, gracias a este Congreso?

Los jóvenes son un punto central de este congreso. Cuando cumplimos 25 años, nuestro primer presidente me dijo “si no formamos a los jóvenes latinos en la Iglesia, no tendremos Iglesia.” Yo lo tomé como el eje de mi misión. Nosotros estamos con la gente joven, y hay dos cosas fundamentales que les queremos transmitir.

En primer lugar, que conocemos su realidad. Segundo, que queremos ir de la mano con ellos. No es ya cuestión de separar la gente joven de la gente mayor y viceversa. Es cuestión de entender que estamos juntos. Nuestra cultura puede enseñar a los demás a respetar a los mayores —porque si hay algo que los latinos hacemos es escuchar a los mayores. Como dice el Papa: los abuelitos y los jóvenes. Por eso nuestro congreso se llama Raíces y Alas.

En el Congreso vamos a dar el primer reconocimiento Raíces a Alejandro Aguilera-Titus, que ha ido a todos los encuentros. Y hay un joven de 18 años que es nuestras Alas. Se llama Martín Soros. Es un joven del movimiento Schoenstatt, que lleva todas nuestras redes sociales. Es un joven que tiene un gran mensaje que dar. Estos premios son un reconocimiento, sí, pero también un compromiso. En el próximo congreso, cuando ellos entreguen el galardón a otros, tendrán que decir qué hicieron durante este tiempo con la misión que recibieron.

He visto muchos milagros durante la preparación de este Congreso. Por ejemplo, una reliquia del corazón del beato Carlo Acutis va a llegar a una parroquia de Brooklyn, y de allí va directamente al Congreso Raíces y Alas ¡Va a estar en nuestra capilla! El nuncio me dijo que va a compartir un mensaje del Papa en su homilía: por primera vez en la historia vamos a tener una misa en español en la basílica de Washington DC, celebrada por el nuncio. Este no era el congreso que empezamos planeando: es el congreso que el Espíritu Santo está preparando, con la coordinación de 63 líderes hispanos de todo el país. Las diócesis están enviando delegaciones importantes. Por ejemplo, por Nueva York vienen diez personas, con sus dos nuevos obispos. 

– Mucha gente cree que la comunidad católica hispana crece solo por inmigración. Pero en realidad los hispanos están presentes en lo que hoy es el territorio de EE.UU. desde mucho antes de que llegara el Mayflower. Gran parte de la geografía de este país tiene nombres en español, pero la comunidad latina no es consciente de ello. Darse cuenta de que el latino no es un intruso aquí es una fuente de empoderamiento. ¿Está presente esto en el Congreso de alguna manera, cuando hablamos de Raíces?

Sacramento, San Bernardino, Los Ángeles, El Paso, San Agustín… todas esas ciudades fueron fundadas por católicos que hablaban español. Parte del problema es que se nos censura cuando hablamos español ¡Que es la primera lengua europea que se hablo en este país, mucho antes que el inglés! Estamos aquí para decirle al país que tenemos educación, tenemos talento,  y que tenemos poder. Pero hay que despertarlo.

El mensaje que hemos recibido siempre ha sido asistencialista ("oh, dejen que les ayudemos") pero ahora ya no es así. Ya no somos solo inmigrantes. De hecho, el número de inmigrantes latinos en EEUU ha disminuido: la comunidad ha crecido, sobre todo, por nacimientos.

¿Está unida la comunidad latina en una hispanidad común, o el hecho de que las divisiones prevalezcan hace que la identidad latina se debilite?

Sí. Este proceso del Encuentro unió a los hispanos, independientemente de su país de procedencia. Nos unimos todos en una misma Iglesia. Nos sentamos juntos a dialogar, y esto nos ayudó, especialmente en unos tiempos en que para nosotros la cosa se puso difícil por varias razones: por la administración anterior, por la crisis del COVID, por el desastre humano de la frontera. Lo importantes es que no nos unió la política: nos unió la fe. 

Y sin embargo, las oficinas hispanas ¿Dónde están? Las primeras oficinas que cerraron con la crisis fueron las nuestras. Para nosotros hay apoyo, sí, pero de la boca para afuera. Si nosotros mismos no lo hacemos, no se hace. En uno de mis trabajos anteriores mi jefa me lo puso muy claro: "en el ministerio hispano seguimos adelante. Si no hay dinero,vendemos tamales, pero se sigue adelante". Nunca hemos tenido ni los recursos, ni el dinero, ni el apoyo.

Ah, pero ahora todo el mundo descubre que este es el sector demográfico que necesitan para crecer, para pedir donaciones, etc. Pero nosotros lo que queremos es tener nuestra propia voz. Más aún, el Papa pide líderes laicos. Nuestra formación es importante. Inviertan en nosotros, sí; caminen con nosotros, acompáñennos, pero respétennos. 

Tenemos un presidente de la Conferencia Episcopal hispano ¿Pero ha ido a la frontera? ¿Ha visitado a los niños separados de sus familias, enjaulados? ¿Ha celebrado misa con los frailes y monjas que están allí trabajando con esa gente? ¿Se ha acercado a los agentes fronterizos, que también son hispanos en su mayoría? ¿Por qué uno usamos nuestros valores como Iglesia para impulsar la justicia social?

No hablamos suficiente de justicia social. No tenemos presente que la justicia es un claro valor bíblico ¿Por qué la Iglesia en general, los ministerios, los líderes, se muestran tan tímidos cuando se trata de justicia social?

Esa es una pregunta realmente muy difícil. La justicia es algo central en el Evangelio. Jesús nos exige alimentar al hambriento, vestir al desnudo, visitar al que está en prisión, y muchas veces es lo último que hacemos.

Creo que, en ese sentido, hemos perdido el contacto, el encuentro con el otro. Tenemos que recordar a nuestros obispos que, como dice Aparecida, su misión es acompañar al que se quedo atrás. Han estado algo desaparecidos en materia de justicia social. 

Todos los años se lleva a cabo la marcha por la vida. Es fantástico. La apoyamos. Pero ¿por qué no hacemos una marcha por la vida en la frontera? Hay que defender la vida desde el seno materno hasta la tumba. Desde la concepción hasta la muerte: esto es la justicia social.

El hispano es provida, pero pro-toda-la-vida. Tienes que defender al bebé que lleva una chica en su seno, pero poco haces si no la ayudas a ella también. No es una cuestión de demócratas o de republicanos: es una cuestión de justicia social.

Puedes leer el testimonio de fe de Elisabeth Román en esta entrevista con Aleteia

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