Los poetas están marcando pauta. Ofrecen al conglomerado más joven, hoy agobiado por la incertidumbre acerca de su futuro en un mundo enfrentado y hostil, razones para la esperanza y la alegría.
Es el caso de un enamorado de la poesía –como él mismo se define- nacido en Angola durante la guerra y criado en Venezuela. Esta Venezuela, llena de problemas y carencias, lejos de inhibirlo, más bien lo estimula para escribir.
Su “musa” es su fe, anclada en la devoción al Jesús de La Misericordia. “Es preciso animar a otros con la fuerza de la palabra y el empuje de la fe”, dice convencido.
"Mi último salvavidas"
Luis Miguel Rodríguez Dos Santos transmite una profunda emoción al conversar con Aleteia sobre su libro a punto de salir del horno. Se llama “Mi último salvavidas” porque eso es para él la poesía, un salvavidas: “Cuando estoy en riesgo de naufragar, víctima del desánimo y la frustración al ver todo esto que está pasando en el mundo, me refugio en la poesía. Es cuando más versos salen, cuando más escribo y me refuerzo. Eso quiero para otros jóvenes. Es lo que más me motiva. Nadie vive de la poesía, eso es un hecho. Pero me reconforta y me revive pensar que lo que escribo hace bien a otros”.
Es una manera generosa de compartir lo bueno y lo íntimo, tomando en cuenta que muchos poetas suelen escribir para sí mismos, son celosos de su recogimiento y se abstraen en su propio mundo.
De Angola a Venezuela
La historia de su vida revela rasgos que explican su profunda sensibilidad y la creatividad que lo caracteriza. Su padre –oriundo de Madeira, Portugal- fue combatiente en la guerra de Angola, como responsable de radiotransmisiones. Su madre, hija de portugueses nacida en Angola, estaba allí como esperando para conocerlo. Se enamoran, se casan y forman un hogar con sus hijos gemelos. Con ellos muy pequeños deciden venir a Venezuela, en aquel tiempo el destino preferido por muchos europeos que veían en nuestra “tierra de gracia” el lugar para establecerse y prosperar. Es preciso decir que la inmigración portuguesa es muy apreciada en Venezuela por su trabajo incansable y su capacidad para integrarse y evolucionar con nosotros. Vale el detalle de que son muy devotos de la Virgen de Fátima por lo cual es difícil encontrar un negocio de portugueses que no tenga su imagen, a menudo rodeada de flores frescas.
En efecto, se instalaron en Venezuela y progresaron. Su familia, luego de un tramo de vida lleno de dificultades y mucho esfuerzo, regenta uno de los restaurantes más emblemáticos de la capital venezolana. Luis Miguel trabaja allí “pero entre una cosa y otra, también aquí escribo poesía”. Toda una hazaña en medio del ajetreo de un negocio tan movido. Su familia lo apoya, aunque al principio, según cuenta, no lo tomaban en serio, salvo su mamá. Su papá y hermano bromeaban al respecto. No pensaban que realmente fuera constante en esa tarea. Pero ya lleva varios libros publicados y algunas entrevistas de prensa en su haber y ahora les gusta lo que hace. “El solo hecho – dice Luis Miguel- de que un diario publique mis versos y la gente me llame a comentar y dar las gracias por el alivio que produjeron, es para mí suficiente recompensa”.
Todo comenzó por un despecho
Tenía una novia y lo dejó. Ese fue el ariete para comenzar a enamorarse de otra: la poesía. Comenzó a escribir, aunque no siempre sobre ese tema. “Mis poemas, fundamentalmente, invitan a la unión”. Es como si el haber quedado solo y triste, en lugar de abatirlo y dejarlo fuera de combate, lo hubiera empinado por encima de aquel revés para valorar más las relaciones entre las personas, su belleza y poder humanista.
La gente se impresionaba por su juventud. Tiene tiempísimo escribiendo y hoy solo tiene 40 años. Una vez lo llamaron para decirle que tan sólo por sus poemas valía la pena comprar el periódico. Todo eso lo llena de satisfacción. Ya el despecho quedó atrás. Ahora tiene una novia que lo acompaña y apoya, lee sus poemas y le gustan. “Me hace feliz cuando la gente se identifica con mis poemas. Es emocionante saber que alguien me lee y es capaz de sentir lo que yo estoy sintiendo. Eso hizo que la poesía me flechara cada vez más. Es como una conexión con el prójimo que resulta completamente gratificante”.
Mi Premio Nobel
Habla con entusiasmo y se nota conmovido por sus propias vivencias. “No hago mis libros buscando fama o dinero. Te digo más: si ese libro lo encuentra una persona en un parque, se siente desanimada y uno de esos poemas le cambia la vida, ese es mi Premio Nobel. Te lo digo de corazón. Me inquieta ver cómo tanta gente, sobre todo jóvenes, están perdiendo la fe por las cosas que están sucediendo. El mundo necesita que transmitamos fe, esperanza, amor. Que llamemos a la unión y revaloremos la paz. La gente necesita toparse con algo que la anime y la conforte y la renueve”.
"Me encantaría que mis poemas fueran ambulancias"
Una analogía apropiada para describir lo que quiere hacer es convertir a sus poemas en buses donde todo el que suba vea la vida diferente, ame al prójimo y desee hacer el bien. Él lo pone más gráfico, viendo las urgencias del mundo: “Me encantaría que mis poemas fueran ambulancias, donde todo el mundo quepa y todos se reconozcan como hermanos. Es la misión de mis libros, especialmente el que ya sale, Mi último salvavidas. Tengo un plan: me gustaría ver mis libros en un café, en una peluquería, en el banco de un parque. Dejaré algunos ejemplares por allí cuando llegue el próximo. Pienso que alguien se beneficiará de su lectura porque a veces hace falta que alguien te diga, sacúdete, sí puedes, superarás este bache. Es la misión a la que me refiero y que me he impuesto”.
La magia del Jesús de La Misericordia
Semejantes propósitos no se cuajan sino al calor de una fe sólida. “Dios es lo más importante para mí –asegura- primero Dios y después mi mamá, mi papá, mi familia o mi novia…. pero primero Dios. Dios siempre me va abriendo caminos. A veces creo que no tengo salida y Él me señala una puerta y me dice por aquí es. Así ha sido con mis libros. A veces pienso que Dios puso la poesía en mi vida para cerrar ciclos. No de otra manera se explica que cada vez que estoy deprimido aparece una poesía en mi cabeza y, al escribirla, mi ánimo cambia para mejor. Me salva”.
Dedicó su último libro a Dios, a Jesús de la Misericordia, a la Virgen y a San Miguel Arcángel, del cual también es muy devoto. “Me encanta San Miguel Arcángel. Hasta me quise hacer un tatuaje con su figura pero mi mamá puso el grito en el cielo y desistí por complacerla”, confiesa divertido.
No sabe explicar por qué se siente tan atraído hacia la imagen del Jesús de la Misericordia: “No sé, es una imagen bella, linda, esos rayos que salen de su pecho en tonos que recuerdan el sacrificio, el agua que limpia el pecado…no lo puedo explicar pero para mí es mágica. Mira mi pulsera –indica- la tengo siempre puesta porque tiene su imagen. La llevo a todas partes para que me proteja, me guíe y me acompañe”.
Y termina insistiendo:
_ “Estoy enamorado de la poesía”.
_ ¿Es tu verdadero amor?
_ “Repito: primero Dios, sigue mi familia, mi novia, mis amigos y después la poesía. Primero la gente y luego las artes”.