En la entrada del Eternal Glory Park en Kiev, el parque conmemorativo de Ucrania, nos encontramos –esperemos que siga allí– con una estatua de una niña que provoca mucha tristeza; y conociendo la historia, de la tristeza se pasa a la indignación.
Es una niña muy delegada, casi esquelética, con una mirada triste y perdida. En sus manos sostiene unas cuantas espigas.
La estatua es el memorial del Holodomor, palabra que proviene de la expresión ucraniana moryty holodom, que significa “infligir la muerte por hambre”.
El Holodomor fue el “Holocausto” de Ucrania, una horrorosa carestía infligida por Stalin entre los años 1932- 1933.
No se tiene un dato cierto, pero fueron entre siete y diez millones las personas que murieron de hambre.
El pico fue la primavera de 1933, donde 17 ucranianos morían cada minuto de hambre.
“Es difícil imaginar cómo un niño podía seguir viviendo, después de haber visto eso, sin volverse loco. Caminaba hacia la escuela, y acá un muerto, más allá otro, un poco más allá otro.”
Es el brutal recuerdo de Tatiana Tarasenko, una de las supervivientes.
Toda la historia de este terrible evento, vergüenza de la humanidad, la puedes leer aquí:
¿Por qué escapan los ucranianos?
En el año 1957 se inauguró el parque “Gloria Eterna”, y dentro de ella se fundó el Museo Nacional en memoria a las víctimas del Holodomor”.
Un parque que hasta hace poco era muy visitado por los turistas. Era un parque donde se encontraban para pasear y estar un rato al aire libre, sin preocupaciones.
También era un parque para recordar… porque cada ucraniano tiene en su familia un desaparecido por esta muerte larga y dolorosa, como es morir de hambre.
Hoy podemos ver a través de los medios de comunicación, la huida de proporciones bíblicas de miles de mujeres, niños, ancianos que huyen a países que hermanados asisten y reciben con las manos abiertas a esta pobre gente que lleva lo que les quedó de “vida” guardado en una maleta.
Los hombres se quedan, para luchar por su hogar…
¿Y todavía preguntan, por qué escapan? ¿Por qué huyen? Es que la memoria les ha enseñado algo, la memoria le ha enseñado tanto a los ucranianos... ¿Y a nosotros, la memoria nos ha enseñado algo?
En este momento pienso en aquel parque. Seguramente estará más silencioso que nunca, con el interrumpir de las sirenas que anuncian el ruido aterrador y desolador de una nueva bomba que irrumpe desde el cielo.
Me pongo a reflexionar en la estatua de aquella niña en medio del parque, y en mis pensamientos le pregunto: ¿Después de que todo esto pase, qué otra escultura te acompañará, niña de mirada triste?