La lepra, o enfermedad de Hansen, es una enfermedad infecciosa curable causada por el bacilo M. leprae. Sin embargo, la enfermedad es difícil de contraer y la mayoría de las personas nunca la desarrollan aunque se expongan a los bacilos.
Sin embargo, aunque pareciera que tanto la enfermedad como el estigma de quienes la padecen se remontan a tiempos bíblicos, lo cierto es que sigue estando vigente en el mundo y, peor aún, olvidados durante los dos años que lleva la pandemia de la Covid-19.
En su mensaje para este domingo 30 de enero, Yohei Sasakawa, Embajador de Buena Voluntad de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la Eliminación de la Lepra, enfatiza este hecho, al tiempo que hace un llamado a los enfermos de lepra para que ellos hagan visible su enfermedad en medios y redes sociales.
Efectos colaterales del confinamiento
“La agitación social y económica causada por la pandemia ha sido especialmente dura para las personas afectadas por la lepra y sus familias, muchas de las cuales ya se encontraban en una situación vulnerable”, escribe Sasakawa.
Para este Embajador de Buena Voluntad, quien desde 2021 ha encabezado la campaña “No olvides la lepra”, el confinamiento ha dificultado el acceso al tratamiento y atención médica de quienes padecen esta enfermedad.
Al mismo tiempo, agrega Sasakawa en su Mensaje 2022, la pandemia y el confinamiento han privado de oportunidades de generación de ingresos y agravado las privaciones a las que ya se enfrentan sus comunidades.
La discriminación continúa
“A lo largo de los años he conocido a miles de pacientes de lepra y nunca he desarrollado la enfermedad. Sin embargo, lo que hace que la lepra sea un desafío es la discriminación que la acompaña”, señala Sasakawa en su Mensaje.
Este problema de la discriminación de los leoprosos es tan extendido hoy en día –cuando se supondría que los hombres hemos alcanzado niveles de conocimienrto mayores—que la ONU lo ha reconocido como un problema de derechos humanos.
La discriminación “no termina una vez que se curan”, dice Sasakawa. Y agrega: “Estoy convencido de que si podemos resolver el problema de la discriminación, la solución puede convertirse en un modelo para resolver todos los problemas de derechos humanos en el mundo”.
Y remata diciendo: “Somos las únicas criaturas de la Tierra a las que se les ha dado la capacidad de razonar. Utilicemos nuestra razón para hacer frente al estigma que sufren las personas afectadas por la lepra, curar a la sociedad de la enfermedad de la discriminación y dejar de repetir los errores del pasado”.
La Iglesia es un fuerte baluarte contra la lepra
Con el ejemplo de Jesús, que curó a los leprosos de su estigma y de su carne, y del “leproso voluntario”, San Damián de Molokai (15 de abril), la Iglesia católica mantiene un gran número de leprosarios en todo el mundo.
Según las estadísticas del Anuario Pontificio, la Iglesia gestiona en la actualidad 532 leproserías u hospitales para atender la lepra: 201 en África, 41 en América, 269 en Asia, 19 en Europa y dos en Oceanía.
Uno de los países en que mayor persecución sufren los cristianos, la India, es el que tiene mayor número de instituciones gestionadas por la Iglesia católica con 216, seguida, muy de lejos, por Madagascar con 31 leprosarios.
“Sin la presencia continua de nuestro Divino Maestro en el altar de mis pobres capillas, jamás hubiera podido perseverar en quedarme con los leprosos de Molokai”, escribió San Damián en 1886.
Y es lo mismo que hace hoy la Iglesia en todos los leprosarios del mundo