Es la conclusión del más reciente informe sobre la violación al derecho humano fundamental de libertad religiosa que ha producido la organización estadounidense Pew Research Center (PRC); un informe que abarca todo el año 2019, dejando el 2020 con el gran signo de interrogación de la pandemia.
De hecho, este informe recoge datos y prácticas de 196 países, prácticamente la totalidad de países que conforman la sociedad planetaria y, entre otras cuestiones, ha incorporado una nueva forma de hostilidad religiosa de algunos gobiernos: el uso de tecnologías avanzadas para controlar a los creyentes.
Los datos presentados en el informe del PRC muestran que en los últimos doce años (tiempo en que se ha realizado este trabajo por parte de este organismo), el año 2019 fue el año con niveles más altos de hostilidades gubernamentales en contra de quienes profesan o practican alguna religión.
En resumen, 180 países tuvieron al menos un caso, en algún nivel, de acoso gubernamental contra grupos religiosos, en comparación con 175 países en 2018. Paradójicamente, 75 países tenían niveles altos o muy altos de restricciones generales a la religión en 2019, abajo de 80 en 2018.
Por lo que respecta a la hostilidad en contra de grupos religiosos por parte de las sociedades, en 2019, 43 países tenían niveles "altos" o "muy altos, por debajo de 53 países en 2018, y por debajo de un pico de 65 países en 2012, según el informe elaborado por un equipo de expertos del PRC.
Estos altibajos se deben –de acuerdo a quienes elaboraron el informe 2019—a que las hostilidades sociales son incidentales (es decir, no están programadas ni pautadas, sino que se producen de forma intermitente), mientras que las hostilidades gubernamentales se basan en políticas establecidas e invariables.
Uno de los apartados del informe del PRC muestra cuáles son las principales interferencias al culto que llevan a cabo gobiernos de distintos países: denegación de permisos para celebrar actividades religiosas o prohibición de prácticas privadas dentro del propio gobierno son las más usuales.
Sin embargo, también se anotan en el estudio la prohibición del uso de atuendos que denotan pertenecía a una religión, prácticas de aseo o apariencia (por ejemplo, el mantenimiento de barba), objeción de conciencia al servicio militar obligatorio, el uso de sustancias en el culto y la prohibición de prácticas funerarias rituales.
Uno de los muchos ejemplos citados en el informe de 2019 del PRC es el siguiente: "En Eslovenia, donde el sacrificio de animales sin aturdimiento previo está prohibido, los musulmanes y los judíos no pueden sacrificar animales de acuerdo con las pautas dietéticas halal y kosher".
Los cristianos (el grupo más grande y más disperso en el mundo) enfrentaron acoso en 153 países, con los musulmanes --ya muy cerca-- en 147 países de los 196 analizados. Por otro lado, el antisemitismo continúa, pues no obstante los judíos apenas si conforman el 0,2 por ciento de la población mundial, fueron hostigados en 89 países durante 2019.
Dos aspectos importantes de este informe son los referentes a la baja que ha tenido el llamado terrorismo religioso y el uso de tecnologías de punta para acosar a quienes manifiestan un credo que “no conviene” a las políticas establecidas por algunos gobiernos como el de China.
En 2019, 49 países experimentaron al menos alguna forma de terrorismo relacionado con la religión, "un mínimo histórico para el estudio", de acuerdo con el PRC. Eso se compara con 64 países en 2018, y un récord de 82 en 2014, cuando el ISIS causó estragos en Medio Oriente y Boko Haram en Nigeria y naciones vecinas.
Por lo que respecta al uso de tecnología para mostrar hostilidad ante prácticas religiosas, por primera vez el PRC lo comenzó a rastrear en 2019. Se trata del uso de tecnologías avanzadas que van desde cámaras de vigilancia hasta reconocimiento facial o datos biométricos para vigilar a personas o grupos religiosos.
China es un ejemplo de esto último. El gobierno “instaló equipos de vigilancia en iglesias, mezquitas, una sinagoga y otras casas de culto; el gobierno también utilizó tecnología de reconocimiento facial para monitorear y recopilar datos biométricos sobre musulmanes uigures y otros grupos considerados amenazas potenciales”.