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La desgana, un extraño estado de espíritu, una especie de tristeza y melancolía golpeó a los primeros monjes cristianos, aquellos que eligieron refugiarse en el desierto para vivir más intensamente, en soledad o en pequeñas comunidades, su ideal de perfección espiritual.
Esos hombres a veces padecían un desaliento que los dejaba preocupados, insatisfechos, tristes y cansados. El mal es, por lo tanto, aquello que hoy conocemos como ansiedad y depresión.
Este mal podía, entonces, asumir diferentes formas: irritación con los hermanos y la vida monástica, falta de concentración en la lectura y la oración, gran cansancio, hambre y sueño repentino, deseo de novedades, deseo incontrolable de estar en otro lugar. El "demonio de la desgana, también llamado demonio de mediodía, es el más pesado de todos los demonios", advertía Evagrio Pôntico, un monje del siglo IV que vivía en el desierto egipcio. Explicó:
De hecho, la desgana es una especie de sopor que paraliza la fe y debe combatirse. Sí, pero ¿cómo? Algunas ideas vienen de estos tres grandes monjes que lucharon contra la acedía:
1 SAN ANTONIO, El GRANDE
Ascético y embriagado de Dios, como muchos anacoretas de los primeros siglos del cristianismo, san Antonio, el Grande, se retiró al desierto para encontrar en el silencio y la soledad las condiciones ideales de unión con Dios. Así como Cristo, fue en el desierto que puso a prueba su fe. A pesar de la sensación de agotamiento psíquico, aún desde la locura que lo afligía, decidió resistir las visiones impuestas por Satanás: “Vi todas las redes del diablo instaladas en la tierra”.
Este último se esfuerza por distraerlo de sus oraciones, instándolo a renunciar en espíritu al ayuno al que está obligado y, en un sueño, a revolcarse en la glotonería … Entonces comprende que el ascetismo nunca debe considerarse un fin en sí mismo. La salvación viene de Dios. Como él explica, dando este valioso consejo:
2SAN PEDRO DAMIÁN
El monje ermitaño Pedro Damián se dedicó desde muy joven a la oración, al ascetismo y al estudio de las Sagradas Escrituras, así como a la contemplación y la predicación.
En sus numerosas obras que lo volvieron doctor de la Iglesia, san Pedro Damián insiste en ciertas manifestaciones del mal. Sorprendido por la somnolencia durante la lectura, describe este "inevitable peso de los párpados al que ni siquiera un santo de gran temperamento puede resistir". Para él, el remedio se encuentra en la caridad que lleva a la verdadera alegría:
3SAN ROMUALDO
San Romualdo de Ravenna admitió sufrir desgana. El mal se manifestó en él particularmente durante el aprendizaje mecánico de los Salmos. Ante la rebelión del cuerpo por las limitaciones de la vida monástica a la que estaba sometido, repitió que no era necesario ceder, sino, por el contrario, aumentar las vigilias, oraciones y ayunos.
Para él, el monje trabajador debe recordar que no hay descanso sino descanso eterno. Dado que las horas de la mañana son cuando ocurre con mayor frecuencia la desgana, deben estar ocupadas con la oración.