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¿Cómo una enfermedad nos puede hacer descubrir el sentido de la vida?

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Orfa Astorga - publicado el 08/06/21
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Una historia llegada al consultorio: El sufrimiento asumido produce frutos psicológicos y espirituales inesperados

En mi trabajo de acompañamiento tanatológico, he tenido la enorme fortuna de recibir el mayor testimonio de vida acerca de la enorme riqueza de nuestra humanidad y la fuerza del espíritu.

Una historia sobre ello.

Doña Matilde, mujer inteligente y de fuerte carácter, se desempeñaba como exitosa chef y dueña de su propio restaurante cuando sufrió un accidente que la tendría inhabilitada por largo tiempo, con la certidumbre eso sí, de lograr una total recuperación tras una ardua rehabilitación.

Sin embargo, se encontraba postrada en profunda depresión.

– Verá usted, si me ve así, es porque la pasión de mi vida ha sido ser creativa y dirigir mi propio restaurante sin medir mis horas de trabajo, y ahora que no puedo hacerlo, me siento vieja e inútil, sumado a que estoy dando lata a mi familia – dijo en tono desesperado. 

– No debería ser así, cuando se encuentra ante una nueva oportunidad de su vida, mientras se recupera – le conteste en tono optimista.

– ¡La única oportunidad que veo, es ponerle todas las ganas a la fisioterapia, durante no sé cuánto tiempo! – contesto con sarcasmo. 

– Eso está muy bien, solo que yo me refiero a superar su desesperación. 

– ¿Por qué no me habría de desesperar?... ya le dije mis motivos.

– Pasa que no se debe vivir, sin considerar la diferencia entre las cosas que tienen solo una importancia relativa, y aquellas que tienen un valor absoluto, como lo es el sufrimiento, que bien aprovechado cumple una función de purificación.

– Explique tal cosa por favor, que me suena demasiado filosófico. 

– Sucede que al desesperarse tanto, es como si admitiese que el sentido de su vida dependía solo de su trabajo, por lo que en su condición de enferma e incapacitada, su vida ha perdido su razón de ser, más aún ha perdido su derecho a una vida digna ¿lo considera así?

– ¡Por supuesto que no…. y que no escuche eso mi familia!  y, a propósito… ¿cuál sería esa nueva oportunidad de la que habla? – contestó con extrañeza. 

– Me refiero a que trabajar muchas horas gustosamente, es algo que muchas personas pueden hacer; más desearlo muchísimo, y no poder hacerlo sin desesperarse, es algo que requiere un esfuerzo, que no cualquiera puede hacer. 

– ¡Vaya que es cierto, y me consta!

– Ahora bien, ciertamente el trabajo puede llenar de sentido la vida, al igual que vivencias gozosas como el amor, los viajes, la literatura, y tantas otras cosas, que dan color a la existencia y son, por lo tanto, legítimamente buenas. 

Mas existe el más sublime y verdadero sentido de la existencia, que solo se alcanza a través de la mayor fuerza del espíritu.

– Ponga por favor un ejemplo. 

– No hace mucho, conocí a alguien a quien se le habían diagnosticado un tumor canceroso inoperable, y se encontraba en fase terminal. Alguien que amaba apasionadamente la vida, su familia y su profesión de arquitecto. 

Reconoció entonces, que habría de renunciar al sentido de su vida que hasta entonces había encontrado en el amor de su familia, en su trabajo, y en tantas otras cosas placenteras y gratificantes de la vida; mas no renunciaría al sentido de su sufrimiento, considerando que solo este le daba el máximo valor al último tramo de su existencia.   

Lo haría eligiendo lo que lo que no hubiera querido elegir, y se abrazó a la cruz.

Sin embargo, en sus últimos días, no renunció a las posibilidades que aún le ofrecía la vida, así que en cama: leía, escuchaba música y abrazaba a su familia, mientras tuvo fuerza en sus brazos. 

Había vivido una entrega de generosidad, y entendía que debía permitir a los demás vivirla a su vez…  al cuidarlo y atenderlo, como lo mejor de su enseñanza.

Y trasmitió su paz y esperanza en Dios hasta el último momento.

Doña Matilde guardó un profundo silencio, para luego despedirnos amablemente.

Tiempo después, Doña Matilde había superado su depresión, y se aplicaba con optimismo a su rehabilitación.

El sufrimiento asumido correctamente, ofrece la posibilidad de realizar el más supremo valor, de cumplir el más profundo sentido de la existencia humana. Por lo contrario, quien desespera, demuestra que ha otorgado un valor absoluto a algo, que solo tiene un valor relativo.

Consúltanos escribiendo a: consultorio@aleteia.org 

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