Es posible que, de entrada, nos parezca poco motivador ilusionarse con uno mismo: al fin y al cabo, nos vemos cada día ante el espejo cuando nos levantamos y conocemos bien los muchos defectos que tenemos. Nos conocemos tanto que -pensamos tal vez- ya no vale la pena aspirar a mayores retos.
Crear elementos que nos ilusionen
Es cierto que, por lo general, en la madurez la vida no se nos presenta cargada de ilusiones. Más bien es cada persona la que ha de introducir el elemento ilusión en su modo de actuar.
¿Vale la pena ilusionarse con uno mismo? Por supuesto que sí. Aunque nos veamos cargados de limitaciones y defectos, podemos dar un paso más allá y contemplar el horizonte: ¿tengo aspiraciones y sueños?, ¿cuáles son?, ¿qué meta me propongo en la vida a largo plazo?
Para llegar a alcanzar esa meta, y para materializar los sueños, sí vale la pena ilusionarse con uno mismo.
En primer lugar, seamos dueños de nosotros mismos
Para ilusionarse con uno mismo, no solo hay que soñar con elementos externos. Lo primero es "ser consciente" de quién soy y hacia dónde quiero ir. Independientemente de modas o de influencias potentes de la sociedad o del entorno más inmediato.
Haz un ejercicio voluntario de querer saber quién eres y hacia dónde quieres conducir tu vida.
En este aspecto, la fe ayuda a vernos a nosotros mismos no como seres abandonados a su suerte en un mundo hostil sino como hijos de Dios, que nunca deja de amarnos y que nos propone un recorrido, que nosotros podemos aceptar o rechazar a lo largo del tiempo que vivamos.
Decidir con libertad
Quizá durante años te has educado en un determinado entorno (familia, colegio) donde parece que todo fluye y todos actúan en la misma dirección. No es que necesariamente sea una dirección mala, solo que llega un punto en que debemos ser nosotros mismos los que decidimos actuar así porque libremente lo queremos, no por contentar a los demás o por no salirnos del grupo.
Es importante que las riendas de tu vida no estén en manos de otras personas, para que puedas conocer tu propio camino y libremente pongas los medios para alcanzar la meta. Los otros (padres, amigos, compañeros de profesión...) han de quedar en un segundo plano en este aspecto. Llega el momento de asumir la responsabilidad de tu propia vida.
Miguel-Ángel Martí, catedrático de Filosofía y autor del libro "La ilusión, la alegría de vivir", habla de posesión: poseerse a uno mismo, saber ser conscientemente dueños de los propios actos.
Tu ruta es única, singular
Debemos ser señores de nuestra propia ruta: "Frente al aquí todos somos iguales, habría que reivindicar aquí todos diferentes".
"La única razón del hombre en su vida -dice- es que precisamente deje huella en lo que tiene de único, de irrepetible, y esto supone ilusionarse en esta tarea personal".
A la hora de plantearnos si ponemos ilusión en nosotros mismos y en nuestro proyecto personal, nos motivará saber que hay cosas que solo cada uno de nosotros puede aportar al mundo. Dios lo que ha querido así y está en nuestras manos hacerlo posible.