En la audiencia general, el Pontífice compartió su experiencia, mientras predicó sobre los dolores de los hombres que para Dios son sagrados“Cuando queremos consolar a alguien, no encontramos las palabras”. El papa Francisco contó que recibió hoy en audiencia privada a los padres del sacerdote italiano asesinado, Roberto Malgesini, 51 años, apuñalado por un hombre enfermo mental que él mismo ayudaba. El ataque ocurrió el pasado 15 de septiembre. El obispo de Como, Italia, Oscar Cantoni, había definido al padre Malgesini como un ‘mártir de la caridad’.
“Todos sufren en este mundo: tanto quien cree en Dios, como quien lo rechaza. Pero en el Salterio el dolor se convierte en relación: grito de ayuda que espera interceptar un oído que escuche. No puede permanecer sin sentido, sin objetivo”, dijo a los fieles antes de rememorar el dolor de los padres del sacerdote Malgesini.
“Tampoco los dolores que sufrimos pueden ser solo casos específicos de una ley universal: son siempre “mis” lágrimas. Pensad en esto: las lágrimas no son universales, son “mis” lágrimas. Cada uno tiene las propias. “Mis” lágrimas y “mi” dolor me empujan a ir adelante con la oración. Son “mis” lágrimas que nadie ha derramado nunca antes que yo. Sí, muchos han llorado, muchos. Pero “mis” lágrimas son mías, “mi” dolor es mío, “mi” sufrimiento es mío”.
Así, Francisco describió su emotivo encuentro con los padres del sacerdote fallecido, que tuvo lugar en un pequeño salón, antes de entrar en el aula Pablo VI, este miércoles en la mañana, 14 de octubre de 2020.
“He visto a los padres del sacerdote de la diócesis de Como que fue asesinado; precisamente fue asesinado en su servicio para ayudar. Las lágrimas de esos padres son “sus” lágrimas y cada uno de ellos sabe cuánto ha sufrido en el ver este hijo que ha dado la vida en el servicio de los pobres. Cuando queremos consolar a alguien, no encontramos las palabras”.
¿Por qué? Porque no podemos llegar a su dolor, porque “su” dolor es suyo, “sus” lágrimas son suyas. Lo mismo es para nosotros: las lágrimas, “mi” dolor es mío, las lágrimas son “mías” y con estas lágrimas, con este dolor me dirijo al Señor”, añadió.
Sucesivamente, Francisco predicó que todos los dolores de los hombres para Dios son sagrados. “Delante de Dios no somos desconocidos, o números. Somos rostros y corazones, conocidos uno a uno, por nombre”, afirmó.
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