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Tener límites – ¡los niños también tienen cierto derecho a ponerlos!

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Małgorzata Rybak - publicado el 30/05/19 - actualizado el 31/01/25
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Si queremos brindarles a los niños la capacidad de cuidarse a sí mismos y saber decir marcar límites debemos respetar su libertad y escucharlos atentamente

Para que los niños puedan hacer uso de los propios límites y de su libertad necesitan tiempo para llegar a ser conscientes de ello. Y no lo conseguirán sin la ayuda de los adultos de quienes dependen.

Sin embargo, no se trata solo de decirles a los niños que tienen el derecho a que respeten sus límites personales. Mucho más que las palabras, lo que influye en un niño es cómo lo tratan sus padres. No existe otra forma de enseñarle a alguien el derecho que tiene a que se respete su propio espacio que respetándolo.

Déjale elegir 

Happy woman is holding a child in a blue hat ...

El niño aprende cuáles son los límites de su libertad al experimentar con el espacio en el que puede manifestarlos. Los padres que desean que su hijo o hija algún día sepa decir "no" pueden crear el espacio para experimentar esos límites, dándole al niño opciones a partir de las cosas más simples. ¿Quieres comer un sándwich? ¿Con queso o jamón? ¿Quieres comer ahora o en media hora, cuando tengas hambre?

El tema de la comida no aparece aquí por casualidad, porque los límites de la libertad personal están fuertemente conectados con el cuerpo y este es el primer lugar donde se sienten.

Si se le obliga al niño a cenar cuando éste no tiene hambre o se siente disgustado al ver espinacas en su plato, su radar natural que le permite reconocer lo que no está dentro de los límites de su libertad personal, queda invalidado. El cuerpo dice "no", pero alguien importante sugiere que "es necesario".

Decisiones diarias

Algo parecido ocurre con el acto de vestirse. Una niña obligada a llevar vestidos incómodos que no podían ensuciarse porque su madre sufriría un ataque de corazón (por gastar tanto dinero en comprarlos), aprende que lo que dice su cuerpo sobre la necesidad de comodidad o libertad de movimiento es irrelevante.

Lo más importante es que mamá no esté triste. Incluso si la madre trata a su hija como parte de su propia imagen y la viste de una determinada manera para lidiar con algunos de sus propios complejos no superados.

La capacidad de reconocer nuestros propios límites de la libertad personal se desregula de modo similar al termostato interno. El sobrecalentamiento sistemático (por ejemplo, porque los padres tienen miedo a que sus hijos enfermen) lleva al mismo fin: a la pérdida de la capacidad de evaluar lo que es necesario y lo que es un exceso. Mientras tanto, lo más importante es aprender a decir "no".

Enséñale a decir "no"

kids

Igual de destructivo para esta habilidad es obligar a los niños a besar a sus tías y tíos cuando no quieren hacerlo. Forzarlos a recitar poemas y tocar instrumentos durante las reuniones con familiares y amigos para complacerlos.

Dondequiera que estemos dispuestos a sacrificar el "no" de nuestro propio hijo para satisfacer nuestra propia necesidad o para "no hacerles sentir mal" a los demás (o para que piensen bien de nosotros), enseñamos a los niños que este comportamiento es válido. Que su "no" no importa.

Si les enseñamos que los adultos siempre tienen razón y siempre tienen que ser amables con ellos, reprimimos persistentemente todas las manifestaciones de enojo, aversión o de su propia iniciativa, algún día nuestros hijos se verán vulnerables ante otras personas. Y en una situación en la que algún adulto querrá hacerles daño, pensarán que esto forma parte del mundo, porque así les enseñaron.

Si queremos brindarles a los niños la capacidad de cuidarse a sí mismos y saber decir "no", debemos respetar sus límites y tratar de escucharlos cuando hablamos de ellos. Si los pisoteamos, cualquier persona adulta después lo hará sin dificultad.

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