En este país sudamericano el repique de tambores recuerda que el trabajo es compromiso con la Patria
Una de las festividades religiosas populares más inclusivas es La Cruz de Mayo. Este día, ciudades y pueblos de llenan de cruces de colores, hechas a base de flores y cintas para homenajear a la Cruz con cantos, música y bailes. Todo, para agradecer a Dios por la naturaleza, por los resultados de la siembra y por la lluvia.
En esta ocasión, el significado irá más allá. Al agradecimiento se une la protesta, la reivindicación, reclamo y demanda. El campo venezolano ha sido arrasado por las invasiones y expropiaciones arbitrarias, y abandonado por la inseguridad imperante; la siembra no pudo realizarse ni dar frutos pues la política agrícola del gobierno no contempló distribuir semillas ni fertilizantes. El trabajo no es valorado pues los sueldos son ínfimos y se decreta asueto laboral cada dos por tres. El hambre recorre campos y ciudades.
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“Hoy cargaremos la Cruz con mayor entusiasmo. Después de todo, ella nos da fuerza. Es esperanza y salvación y por eso debe ser colorida, como el alma venezolana”, decía uno de los responsables de levantar los altares, en preparación del velorio de la Cruz.
En Venezuela la Cruz de Mayo se venera para festejar la época de lluvia, pedir a la Virgen protección y conmemorar el hallazgo, en el año 324, de la Cruz de Madera donde murió Jesucristo, la cual fue encontrada por Helena de Constantinopla, madre del emperador Constantino.
En los campos venezolanos, esta manifestación cultural-religiosa se conoce como el Velorio de la Cruz y para su celebración se preparan altares especiales para la Cruz. Se acostumbra a vestirla, adornarla y alumbrarla.
La tradición vino de España pero acá se le ha tropicalizado. La dinámica climática, distinta a la Europea, indica que llegan las lluvias y también eso es motivo de jolgorio. Hoy representa una de las manifestaciones culturales más afianzadas y variadas que celebra el país, a excepción de la región andina donde la celebración se hace en lugares aislados. Por lo demás, está afianzada en distintas entidades de Venezuela, entre ellas la tan musical región central, tierra de grupos corales por excelencia, en la que participan agrupaciones musicales y de danzas.
En pueblos como Choroní y Puerto Colombia en el estado Aragua, esta celebración es de suma importancia y tradición. Tanto el pueblo como los visitantes participan en una gran fiesta a orillas del malecón y amanecen al ritmo de los tambores, bailando en honor a la Cruz de Mayo.
El principal acontecimiento para los rítmicos pueblos con raíces africanas, situados a lo largo de la costa central, es la fiesta de San Juan Bautista, del 23 al 24 de junio. Por ser un amigo especial para los afro americanos, lo “bautizan”, en el mar o algún río, acto que festejan al son de los tambores y abundante aguardiente (licor fuerte de azúcar de caña) o ron.
Dice la tradición, que el estado Miranda tiene el golpe de tambor más fuerte que cualquier otro sitio, pero no se baila porque es un culto a la cruz, sin embargo, sí se le canta toda una noche. Por esa razón se le llamaba velorio, porque el homenaje duraba hasta que las velas se acabaran, o en ese caso, de la noche hasta el amanecer. Hoy, hasta las velas escasean, pero dudamos que eso sea impedimento para que los tambores resuenen por doquier.
La Cruz se cubre de flores multicolores y frutos de la tierra adornan su altar. Mayo es el mes en que todo florea, todo se alegra, todo se cosecha y todo se ilumina, como se alumbra la Cruz en cada hogar. Esta vez, simboliza el “velorio” por el cual atraviesa esta historia venezolana, cruda, dura y triste, pero también el fruto que brazos patriotas pueden devolver a la mesa de cada familia cuando se revalorice el esfuerzo y se privilegie la vida humana. Simboliza, en fin, la Venezuela unida y a color que todos queremos volver a ver.