Desconectar del exterior para conectar con nuestro interior, con los hermanos, los amigos, la naturaleza… y los libros. ¿Por qué no guardar el cable de la tele o los cargadores de las tabletas y ayudar a tus hijos a dar rienda suelta a su creatividad?No está de moda aburrirse. Al contrario, se huye del tedio “como de la peste” mientras nos olvidamos de que aburrirse un poco y de forma ocasional encierra grandes posibilidades creativas. Y no es que nuestros hijos no quieran entretenerse solos, es que quizá no sepan o estén demasiado ocupados para intentarlo.
Obsesión por llenar el tiempo
“El tiempo no estructurado desarrolla la creatividad; por el contrario, estar siempre ocupado la aniquila”, asegura Teresa Bolton, investigadora del área de Educación y Aprendizaje de la Universidad de East Anglia, de Reino Unido. Lo cierto es que hoy existe cierta obsesión por lograr que los hijos estén siempre entretenidos.
Mar García Sánchez, subdirectora del Instituto Valenciano de Pedagogía Creativa (IVAPEC), asegura que muchos padres sienten cierto remordimiento al ver que sus hijos se aburren, y lo que hacen para remediarlo es llenar su tiempo con un sinfín de actividades, unas más sofisticadas que otras: desde clases extraescolares de robótica hasta el clásico sofá-tele y mando. Y, en ocasiones, no es para menos el agobio. Porque ¿qué padre o abuelo o niñera no se ha enfrentado al niño que es incapaz de entretenerse solo y persigue a los adultos con un penetrante: “¡Me aburro!”?
Si bien lo ideal sería evitar el recurso fácil de la televisión, el estilo de vida que llevamos (pisos pequeños, poco contacto con naturaleza y falta de parques…) no facilita que los niños salgan a dar patadas a un balón y eviten así recurrir a las pantallas.
“¡Cómprate un burro!”
“¡Me encanta que mis hijos se aburran!” , exclama para Misión Ángela Ruiz, quien, junto a su esposo Juan Antonio Montero,espera su octavo hijo. Hace tres años, los Montero Ruiz pasaron de vivir en un piso de apenas 100 metros cuadrados en Madrid a una casa tres veces más grande en el campo. Allí han podido ofrecer a sus hijos naturaleza y playa, pero la batalla contra el aburrimiento continúa en este nuevo escenario.
Como explica Juan Antonio, “el objetivo es conseguir que los niños tengan una relación activa con su tiempo, es decir, que el entretenimiento no venga desde fuera. Y esto se logra desarrollando su capacidad de crear y jugar”. Para ello necesitan saber que no van a tener un papá payaso. Por eso, cuando uno de sus hijos le dice que se aburre le contesta el típico ‘¡Cómprate un burro!’. Él está convencido de que “el problema del aburrimiento es de quien se aburre, es del niño; yo, como padre, no tengo que ser su fuente de entretenimiento”.
De forma similar lo explica García Sánchez cuando dice que “el hecho de proporcionar estimulación constante a un niño hará que tenga la seguridad de estar siempre entretenido, por lo que nunca buscará la forma de imaginar o inventar.”
Pero entonces, ¿qué hacemos con el niño que hasta que no le pones la tele o la tablet no para de gritar que se aburre? ¿Nos rendimos para que se calme? ¿Pasamos la tarde jugando con él? Ni lo uno ni lo otro. Más bien, hay que ir enseñándole a entretenerse. Los padres (luego los hermanos) enseñan a los niños a jugar y, a medida que van creciendo, a desarrollar su pensamiento creativo.
Un pensamiento que se entrena proporcionando a los hijos el menor tiempo posible de entretenimiento pasivo (pantallas, horarios pautados minuto a minuto, etc.). Así trabajarán sus recursos para salir del tedio.
Pero no todo el trabajo es del niño, asegura Ángela Ruiz: “El ocio que quieras que tengan tus hijos dependerá del que compartas con ellos”. Así, entre su prole hay apasionados de la fotografía, como Ángela, y amantes de la bici, como Juan Antonio. “A veces aporta más un sábado nadando con tus hijos que apuntarles a natación dos días por semana sin que estés presente”.
La importancia del juego
Por su experiencia, Montero conoce la importancia del juego libre ya que, hasta la llegada de su cuarto hijo, ninguno de los otros sabía jugar. “Cuando nació el cuarto, los puso a jugar a todos”. Lo que a la vez demuestra que la personalidad influye en la capacidad de entretenerse.
Por eso, insiste en recomendar no obsesionarse con la vida profesional de los hijos: “Clases de chino, inglés… Si les gusta y lo piden, ¡perfecto!, pero que lo extraescolar no se convierta en una carga, porque los niños, ante todo, tienen que jugar. Jugando crean roles, imaginan situaciones, desarrollan la motricidad fina, se relacionan con los demás… y se divierten”, señala.
Algunos consejos prácticos
A ser padre no se nace enseñado, y este es el caso de los Montero Ruiz, quienes, a medida que ha ido creciendo la familia, han observado qué iniciativas funcionan mejor. Estos son algunos de sus “grandes éxitos”:
¿Aburrimiento en el coche? En sus trayectos diarios –que son largos– se recitan poesías. Cada niño se aprende una y la comparte con los hermanos. “¡Han aprendido a Machado, a Espronceda…!”.
A mano lápiz y papel.“Siempre tenemos en casa acuarelas, pinceles, papel foam, cartulinas… Hemos hecho muchas manualidades con los mayores, y ahora son ellos los que enseñan a los pequeños”, asegura la madre, Ángela Ruiz. Además, insiste en que el material tiene que ser bueno: “Nada aburre más a un niño que un rotulador que no pinta”.
Cocina. Hay tareas domésticas que pueden convertirse en diversión. Por ejemplo, las recetas de cocina. “Les enseño a hacer tortitas o masa de pizza. En el fondo es hacer plastilina, pero luego nos lo comemos…”, bromea. E insisten a sus hijos en que no todas las tareas son divertidas, así que “si sabes que tu hijo no soporta mojarse las manos, en vez de fregar, que tienda la ropa”.
Artículo de Margarita García publicado originalmente en la Revista Misión