Jesús tenía autoridad porque servía la gente, estaba cerca de las personas y era coherente, al contrario que los doctores de la ley que se sentían príncipes. Estas tres características de la autoridad de Jesús fueron la base de la homilía del papa Francisco del 10 de enero de 2017 en la Casa Santa Marta del Vaticano.
Francisco destacó que los doctores de la Ley enseñaban con una autoridad eclesiástica, separados de la gente, no vivían lo que predicaban.
Y diferenció la autoridad de Jesús y la de los fariseos: la primera es una autoridad real, la segunda formal.
En el Evangelio de hoy se habla del estupor de la gente por el hecho de que Jesús enseñaba "como uno que tiene autoridad" y no como los escribas, que eran la autoridad del pueblo, destacó Francisco.
Pero los que enseñaban no entraban en el corazón, mientras Jesús tenía una autoridad real: no era un "seductor", enseñaba la Ley "hasta el último punto", enseñaba la Verdad pero con autoridad.
Humildad servicial
El Papa entró en el detalle y se detuvo sobre las tres características que diferencian la autoridad de Jesús de la de los doctores de la Ley.
Mientras que Jesús enseñaba con "humildad", y les dice a los discípulos que "el más grande sea el que más sirva, que se haga pequeño", los fariseos actuaban como príncipes, explicó:
"Jesús servía a la gente, explicaba las cosas para que la gente entendiese bien: estaba al servicio de la gente. Tenía una actitud de servicio y esto daba autoridad.
Sin embargo, estos doctores de la ley que la gente… sí, escuchaba, respetaba pero que no sentían que tuviesen autoridad sobre ellos… estos tenían una psicología de príncipes: ‘Nosotros somos los maestros, los príncipes y os enseñamos. No servimos, nosotros mandamos: vosotros obedecéis’.
Y Jesús nunca se hizo pasar por príncipe: siempre estaba al servicio de todos y eso le daba autoridad".
Cercanía
Estar cercano a la gente, de hecho, confiere autoridad, constató el Papa. "Jesús no tenía alergia a la gente: tocaba a los leprosos, a los enfermos, no les hacía ascos", explicó.
En cambio, los fariseos "despreciaban a la pobre gente, ignorantes", a ellos les gustaba pasear por las plazas, bien vestidos:
"Estaban separados de la gente, no eran cercanos. Jesús, todo lo contrario, y esto también le daba autoridad".
"Estos doctores de la ley tenían una psicología clerical: enseñaban con una autoridad clericalista", advirtió el Papa.
"Me gusta volver a leer el número 48 de la Evangelii Nuntiandi, donde se ve la cercanía a la gente que tenía Pablo VI, se ve su corazón de pastor: en la cercanía está la autoridad del Papa".
Coherente
Hay un tercer punto que diferencia la autoridad de los escribas de la de Jesús y es la coherencia. Jesús "vivía lo que predicaba".
"Había una unidad, una armonía entre lo que pensaba, sentía y hacía". Mientras que, quien se siente príncipe tiene una "actitud clerical", es decir hipócrita, dice una cosa y hace otra.
"Sin embargo, esta gente no era coherente y su personalidad estaba tan dividida que Jesús aconseja a sus discípulos: ‘Haced lo que os dicen, no lo que hacen’. Decían una cosa y hacían otra. Incoherencia. Eran incoherentes. El adjetivo que Jesús les pone muchas veces es el de ‘hipócritas’".
"Se entiende que si uno se siente príncipe, tiene una actitud clericalista y es un hipócrita ¡no tiene autoridad! Dirá verdades pero sin autoridad.
Sin embargo Jesús, que es humilde, que está al servicio, que no desprecia a la gente y que es coherente, tiene autoridad. Y esta es la autoridad que siente el pueblo de Dios".
El estupor del posadero en la parábola del Buen Samaritano
El Papa para hacer comprender esto, recordó la parábola del Buen Samaritano.
Ante el hombre dejado, medio muerto, en el sendero de los malhechores, pasa el sacerdote y se va rápido porque hay sangre y no quiere hacerse impuro.
Pasa el levita, dijo Francisco, "creo que pensó que si se entrometía acabaría de testigo en un tribunal y él ya tenía muchas cosas que hacer". También él se va.
Al final viene el samaritano, un pecador, que tiene piedad.
Pero hay otro personaje que es el posadero, destacó el Papa, que no se sorprende del ataque de los malhechores, ni de la actitud del sacerdote y del levita, porque los conocía. Se queda sorprendido de la actitud del samaritano.
El estupor del posadero: "Este está loco", "no es judío, es un pecador", podía pensar.
"Este es el estupor de la gente del Evangelio de hoy ante la autoridad de Jesús: una autoridad humilde, de servicio, una autoridad cercana a la gente y coherente".