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¿Por qué a mi hijo o hija no le gustan los abrazos?

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Katarzyna Wyszynska - publicado el 03/01/17
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Una de mis hijas es expansiva y le gusta el contacto físico. La segunda, más reservada, desconfía y necesita una mayor zona de confort personal¡Me encantan los abrazos! Sólo tienen ventajas. Fortalecen el sistema inmunológico ayudan a secretar las hormonas de la felicidad, relajan, proporcionan una sensación de seguridad, mejoran el estado de ánimo… ¿Hay alguien que no le gusten?

Cada uno de nosotros necesita ser abrazado, pero no todos expresamos esta necesidad de la misma manera. Una de mis hijas es muy afectuosa y utiliza el tacto como su lenguaje predominante del amor, mientras que la otra es más reservada, desconfiada y posee definitivamente una mayor zona de confort personal.

Sí, de vez en cuando viene corriendo para abrazarse por 5 segundos, pero cuando la quieres abrazar, se escapa, se queda rígida o se queja en voz alta. ¿Te suena? Si a tu hijo no le gustan los abrazos, observa. Esto puede ser, por desgracia, una señal de problemas más profundos. *

A veces es sólo un período de transición, y, a veces, es simplemente un hijo con un temperamento diferente al nuestro. Lo peor que se puede hacer entonces es… dejarlo pasar y dejar de mostrar los sentimientos a través del tacto.

Cada niño, incluso el que da la impresión de estar desinteresado por proximidad física, la necesita y mucho. Mientras no interrumpas un juego súper divertido u otras actividades en las que el niño está involucrado con todo su corazón, y no obligues a tu hijo a que te abrace a la fuerza – puedes, con toda seguridad, aprovechar a tu favor los siguientes consejos.

1. Divertirse juntos Casi todo se le puede “colar” a un niño de una manera divertida. El papá será muy adecuado para hacer de caballo, sólo se necesita abrazarlo firmemente y sostenerse del cuello. También puede funcionar la lucha libre con abrazos o las piernas haciendo de avión. Funcionarán muy bien los juegos de simulación: me acuesto en la cama, el niño se pone encima de mí, y luego sólo queda la imaginación. Una vez soy el cargador y el niño es el teléfono, otra vez soy el mar con las olas ondeantes en el que está a la deriva el náufrago. También se puede invitar a más miembros de la familia y componer entre todos un sándwich de varias capas, pero aquí siempre hay un problema, quién va a estar en la parte de abajo…

2. Bailar juntos Comienza a bailar en un círculo, cogidos de las manos, y si estás en buena forma, ¡coge al pequeño en tus brazos y bailad juntos! El baile, como cualquier actividad física, mejora el estado de ánimo, y el contacto físico es completamente no forzado y obvio. Aparte, es divertido y proporciona una gran cantidad de oportunidades para la cercanía.

3. Reírse juntos La risa acerca increíblemente, rompe las distancias, incluso con un extraño, más aún vale la pena utilizarla en la lucha por una relación con el propio hijo. Cuando veis juntos un divertido cuento de hadas, cuando leéis historias divertidas, cuando os reís absortos en la diversión – en cada uno de estos momentos tienes, naturalmente, un mayor acceso a tu hijo. Cada vez que os reís juntos, abrázalo. Te sorprenderá como el niño lo acepta de forma natural y tranquila, siempre cuando el abrazo vaya acompañado de una risa sincera.

4. Rituales conjuntos Lo más fácil es introducirlos antes de la hora de acostarse. El primero es leer juntos, preferentemente en una silla un poco estrecha – sólo cuando nos abrazamos, podemos estar cómodos para leer historias. Otro es la frase para dar las buenas noches – después de apagar las luces, lo que crea una atmósfera de intimidad. Unas pocas palabras cariñosas susurradas al oído, un beso y un buen abrazo que dure en el tiempo. A veces puede ser interrumpido por el impaciente “!ya está, mamá, que me estoy ahogando!” Repetido persistentemente cada noche, después de un tiempo se convertirá en algo imprescindible a la hora de acostarse.

5. Crear las mismas necesidades Los abrazos pueden calmar la ira, pero mientras ella dura cualquier contacto físico puede ser tomado como una agresión o violación de los límites personales. Cuando veo que mi hija está muy agitada y rechaza el abrazo, aunque lo necesita, tengo para ella dos eficaces “preguntas-anuncios”. En primer lugar, la pregunto si necesita un abrazo y le aseguro que cuando esté lista para ello, estoy aquí y la estoy esperando. Y la segunda es todo lo contrario a la primera: digo en voz alta que ahora soy yo realmente el que necesita a alguien que me abrace y le pregunto si podría hacerlo ella.

Estos métodos funcionan realmente. Si el niño no quiere, no le fuerzo, a pesar de que mis reservas de abrazos están a menudo parcialmente vacías. Afortunadamente, tengo en casa también a un bebé, que puedo abrazar libremente, apretar, acariciar, y ni protesta, ni se escapa…

* Estos pueden ser los síntomas de los trastornos del espectro autista o trastorno de integración sensorial, que requieren diagnósticos específicos y consultas con el médico.

 

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