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¿Cómo debería ser el nombre de bautismo?

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Henry Vargas Holguín - publicado el 18/10/15
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¿Es necesario que sea el nombre de un santo? ¿Vale cualquier otro?El Código de Derecho Canónico es claro al afirmar: “Procuren los padres, los padrinos y el párroco que no se imponga un nombre ajeno al sentir cristiano“: (Can. 855). Por tanto, atendiéndonos al texto, no hay obligación de imponer al niño un nombre que figure en el santoral cristiano, aunque casi siempre se ha hecho así y es lo ideal.

La Iglesia pide encarecidamente a los padres de familia al bautizar a un niño que se le ponga un nombre que no sea ajeno al sentir cristiano. Los nombres que se recomiendan son obviamente los de Jesús, o de alguna advocación o devoción a la Santísima virgen o un nombre bíblico o un nombre del santoral cristiano o que haga referencia a algún misterio de la fe.

No vale cualquier nombre, aunque sea aceptado en el registro civil. Recordemos que el bautismo incorpora a la Iglesia y el nombre lo debe decir o confirmar. Aquí hay algo que no debe ser desechado, porque tiene que ver con, la trasmisión de una cultura cristiana. Afortunadamente hay todavía muchísimos padres de familia que bautizan a sus niños con nombres relacionados con la fe, y esto no es un dato menor, porque expresa el aprecio de la vida cristiana por una gran parte de fieles.

Nosotros los cristianos debemos excluir de nuestras vidas todo lo que no responda a nuestra identidad. El darle a un niño o niña un nombre cristiano (el nombre del santo del día de nacimiento o con el nombre de otro santo) genera un vínculo con el santo o santa y con la fe que se ha de alimentar. El patrocinio del santo o santa que se le ofrece al niño o a la niña sirve a su vez como modelo de caridad, para colocarlo o colocarla bajo la protección de un celestial patrono personal a quién admirar y encomendarse y para que se aliente a la imitación de sus ejemplos. Este gesto sirve, de alguna manera, para iluminarle el camino de su vida espiritual.

Hay muchos nombres, dentro de la tradición cristiana, que tienen un sentido muy bello, muy noble por su etimología y no solamente del punto de vista religioso sino también humano. En este tema se trata de tener un poco de discreción, pero implica también un reconocimiento de lo que significa el bautismo.

La Iglesia en su sabiduría y autoridad milenarias aconseja esto: Que los niños tengan, a partir de su nombre, un vínculo con Dios, con la fe en Cristo y su sentido de pertenencia a la Iglesia. Amigos: la fe empieza por estos detalles tan sencillos.

Lastimosamente es evidente que ha crecido últimamente la opción de usar nombres ajenos al sentir cristiano para bautizar a los niños; y cada vez más hay más nombres que en nada tienen que ver ni con la dignidad bautismal ni con la fe o con la Iglesia. La fe comienza a perderse por estos detalles y la Iglesia está preocupada por el descenso de nombres cristianos para los niños.

Es sabido que el papa, en la fiesta de bautismo del Señor, bautiza a un grupo reducido de niños. Y los niños que se escogen son los que llevan solamente nombres cristianos (este es uno de los criterios de selección) instando a los católicos a que recuperen estos nombres como sentido de pertenencia a la Iglesia.

Es conveniente tener en cuenta que los nuevos miembros de la Iglesia adquieren el carácter de hijo o hija de la Iglesia comenzando con un nombre cristiano.

Es muy triste constatar las ocurrencias de algunos padres de familia al bautizar a sus niños con unos nombres desafortunados escogiendo, p.e., nombres de famosos (a manera de homenaje a dichas personas) o de marcas de automóviles o nombres muy rocambolescos con los cuales, incluso, un mañana los niños harán el ridículo. Hay ciertas manías o modas para imponer unos nombres con los cuales se podría marcar negativamente un niño pues el nombre escogido con el pasar de los años sonará aun más extravagante.

El poner un nombre cristiano al niño o a la niña no es un asunto banal, no lo es en absoluto. No es una cosa insignificante porque esta práctica generalizada y multiplicada contribuye a una presencia cristiana concreta en la sociedad, es la presencia del hecho cristiano y de la referencia a nuestros orígenes cristianos.

Recordar o celebrar al santo a propósito del nombre del bautismo es una práctica bonita que se realiza desde tiempos inmemoriales y se le dice onomástico. El onomástico es pues el día en que, según el santoral católico, se hace fiesta para celebrar al santo en honor del cual se le puso a alguien el mismo nombre.

Ahora bien no hay que confundir el onomástico con el cumpleaños aunque a veces coincida en un mismo día cumpleaños y onomástico.

Si bien por tradición popular se nombraba al niño o a la niña recién nacido (a) con el nombre que el santoral católico indicaba para ese día, no siempre el día del cumpleaños de alguien coincide con el día de su onomástico. En conclusión, se puede celebrar el cumpleaños y el onomástico (o el santo) el mismo día, si ambas fechas coinciden, o se puede celebrar el cumpleaños sin celebrar el onomástico (y viceversa).

 

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