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El Anticristo ya está entre nosotros

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Padre Piero Gheddo - publicado el 01/10/14
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¿En nuestro tiempo la “guerra mortal contra el Cristianismo” ha llegado casi al final?
El Anticristo es el Demonio y todas las fuerzas del mal que se oponen a la venida del Reino de Dios y de Cristo en los últimos días, pero también en la historia del hombre (Apocalipsis, 1 y 2 Carta de Juan, 2 Carta de Pablo a los Tesalonicenses). Pero también es el título del libro de Friedrich Nietzsche (1844-1900), que un laico católico, Agostino Nobile, comentó en el volumen publicado en julio de 2014: “Anticristo superstar” (Edizioni Segno, Udine – pag 120).

Agostino Nobile, casado y padre de dos hijos, profesor de historia de la música, hace 25 años decidió dejar la docencia para estudiar las culturas no cristianas y vivió durante diez años en el mundo musulmán, hindú y budista, experiencia que reforzó su fe católica. Nobile vive hoy en Portugal con su familia, se dedica a los estudios para profundizar su fe y ha trabajado hasta hace un año como pianista y cantante.

Algunos comentarios como punto de partida de “Anticristo superstar”: “Cuando hace años leí El Anticristo de Friedrich Nietzsche, pensé que me encontraba frente a un demente. Hoy, el Anticristo se ha vuelto el referente imprescindible de todos los gobiernos occidentales. Si a Friedrich Nietzsche le hubieran dicho que en poco más de cien años su “Anticristo” iba a ser una superestrella, lo habría considerado una provocación ridícula” (el libro de Nietzsche es del 1888).

Y continúa: “El Anticristo ha persuadido al hombre para ser feliz sólo al satisfacer libremente sus propios instintos, eliminando el concepto de bien y mal, el concepto de bien y de pecado. El pecado, se sabe, pesa y la idea de liberarse de él de una vez por todas hoy más que nunca se ha vuelto un verdadero afán. En el siglo pasado el Anticristo nos convenció que “Dios estaba muerto”, para luego eliminar a millones de seres humanos (a través de las ideologías inspiradas en esta convicción). Hoy, nos ha introducido en una nueva ideología, para anular la naturaleza misma del hombre. En su plan cambia los métodos, pero el objetivo siempre es el mismo: demostrarle a Dios que su criatura predilecta es el ser más idiota de la creación”.

El panfleto de Nobile, de pocas páginas pero denso de hechos e ideas y fácil de leer, es un examen histórico y actual de cómo la idea central de Nietzsche y las demás expresiones siguientes se están realizando. La convicción basilar de Nietzsche es esta: “Yo defino al Cristianismo como la única gran maldición, la única gran íntima perversión, el único gran instinto de venganza, para el cual ningún medio es suficientemente venenoso, oculto, subterráneo, pequeño. Lo defino: el único imperecedero marco de abominación de la humanidad”.

Agostino Nobile enfrenta el Anticristo a modo de réplica. Ha extraído del volumen del filósofo alemán la muchas propuestas y previsiones que conciernen a la “Guerra mortal contra el vicio y el vicio es el Cristianismo”  y con un carrusel histórico de dos mil años demuestra con referencias históricas y actuales, cómo estos sueños de Nietzsche se realizaron gradualmente y todavía hoy se están realizando, con la educación de los menores, la cultura dominante, las costumbres y las leyes que conducen a los pueblos cristianos a volver a ser paganos. El capítulo más provocador para nosotros, hombres de hoy, es el último con el título Anticristo Superstar (que es el del libro divulgativo), donde Agostino Nobile demuestra que en nuestro tiempo la “guerra mortal contra el Cristianismo” ha llegado casi al final puesto que los sueños de Nietzsche están influenciando y orientando a los gobiernos de los países cristianos (es decir, occidentales) y la ONU con sus organismos.

He aquí un ejemplo de esta corriente de la cultura y de la legislación que se está imponiendo en nuestro tiempo. Nosotros ancianos o personas de mediana edad no nos damos cuenta, pero la máxima autoridad mundial de la sanidad quiere imponer a los niños de las escuelas aberraciones a este respecto. La OMS de la ONU (Organización Mundial de la Salud) ha difundido a todos los gobiernos europeos un vademecum para promover en las escuelas cursos de sexología: “Standard de la Educación Sexual en Europa” (consultable en Internet), donde entre otras cosas se lee: “a los niños de 0 a 4 años los educadores deberán transmitir informaciones sobre la masturbación infantil precoz y el descubrimiento del cuerpo y de los genitales, haciéndolos capaces de expresar sus propias necesidades y deseos, por ejemplo en el juego del “doctor”… De los 4 a los 6 años los niños podrán ser instruidos sobre el amor y las relaciones con personas del mismo sexo… Con los niños de los 6 a los 12 años los maestros impartirán lecciones sobre los cambios del cuerpo, menstruación y eyaculación, dando a conocer los diversos métodos anticonceptivos. En la etapa de la pubertad, entre los 12 y los 15 años, los adolescentes deberán adquirir familiaridad con el concepto de “planificación familiar” y conocer el difícil impacto de la maternidad a una tierna edad, con la conciencia de una asistencia en caso de embarazo no deseado y la relativa toma de decisión”.

Al leer este documento de la ONU, que suscita desaliento y miedo, me vienen a la mente muchos textos de Juan Pablo II y Benedicto XVI sobre este tema: “El tema social se ha vuelto radicalmente una cuestión antropológica” (Caritas in Veritate, 75), en este sentido: en el siglo pasado el “problema social” más grave era la distribución equitativa de la riqueza y el bienestar entre ricos y pobres; hoy el mayor “problema social” es la distribución de la familia natural y el pansexualismo que reducen rápidamente a la población mundial al promover el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la eutanasia, la eugenesia y muchas otras aberraciones, hasta la clonación de seres humanos, hoy técnicamente posible y ya experimentada. Benedicto XVI escribe (Caritas in Veritate, 75): “Pero no han de minimizarse los escenarios inquietantes para el futuro del hombre, ni los nuevos y potentes instrumentos que la «cultura de la muerte» tiene a su disposición. A la plaga difusa, trágica, del aborto, podría añadirse en el futuro, aunque ya subrepticiamente in nuce, una sistemática planificación eugenésica de los nacimientos”.

Se llegaría, de este modo, a la meta final de lo que Nietzsche soñaba: “Un mundo habitado y dominado por Superhombres que han impuesto su voluntad de poder a los hombres inferiores, mediocres y comunes”, por lo que era necesario “establecer los valores de la sociedad y del Estado a favor del individuo más fuerte, del Superhombre (el hombre elegido, genial, el artista creador que vence al hombre medio) y de la superioridad de la raza y de la cultura” (“Enciclopedia católica”, Ciudad del Vaticano 1952). No sorprende que Nietzsche, puesto al servicio del nacionalismo alemán hubiera influenciado profundamente el nazismo y su nefasta ideología.

Pero es todavía más escandaloso que nuestro Occidente, con profundas raíces cristianas, que se considera libre, democrático, instruido, laico, evolucionado, popular, esté encaminado, sin quizá tener conciencia, sobre la misma vía que conduce al nihilismo, a la destrucción de la naturaleza humana y a la muerte. Como pueblo, hemos quitado el Sol de Dios de nuestro horizonte humano, queremos pasar de Dios y de Jesucristo y no tenemos ninguna luz de esperanza en nuestro futuro.

 

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