La alegría de Dios es encontrar a la oveja perdida, porque tiene una “debilidad de amor” por quienes se han perdido. Lo afirmó el Papa Francisco en la misa presidida en la capilla de la Casa Santa Marta del Vaticano el 7 de noviembre de 2013.
Comentando las parábolas de la oveja y la moneda perdidas, el Papa explicó la actitud de escribas y fariseos que se escandalizaban de las cosas que Jesús hacía y murmuraban contra Él:
Jesús, afirmó el Papa, dice que esta es “la música de la hipocresía” y “a esta hipocresía murmuradora responde con una parábola”.
Salir a buscar
“Es un Dios que busca: busca a todos los que se han alejado de Él –reiteró-. Como el Pastor, que va a buscar a la oveja perdida”.
El trabajo de Dios, destacó el Papa, “es “ir a buscar” para invitar a la fiesta a todos, buenos y malos”.
“Él no tolera perder a uno de los suyos. Esta será también la oración de Jesús en el Jueves Santo: ‘Padre, que no se pierda ninguno de los que Tú me has dado’”, recordó.
Y prosiguió el Papa en su homilía: “Es un Dios que camina para buscarnos y que tiene una cierta debilidad de amor por los que se han alejado más, que se han perdido… va y los busca”.
Hasta el final
“¿Y cómo busca?”, preguntó, y respondió: “Hasta el final, como este pastor que va, en la oscuridad, buscando, hasta que la encuentra; o como la mujer que, cuando pierde la moneda, enciende la lámpara, barre la casa y la busca cuidadosamente”.
“Así busca Dios. ‘Este hijo no lo pierdo ¡es mío! Y no quiero perderlo’ –continuó-. Este es nuestro Padre: siempre nos busca”.
Después, “cuando ha encontrado la oveja” y la lleva al redil poniéndola al lado de las demás, explicó el Papa, nadie debe decir: “Tú te perdiste”, sino: “Tú eres una de las nuestras”, porque se le devuelve toda la dignidad”.
La alegría de Dios
“No hay diferencia”, aseguró Francisco, porque Dios “reconstruye a todos los que encuentra. Y cuando lo hace es un Dios que se alegra”.
“La alegría de Dios no es la muerte del pecador, sino su vida: esto es la alegría –subrayó-. ¡Cuán lejos estaba la gente que murmuraba contra Jesús, cuán lejos del corazón de Dios!”.
“No lo conocían –añadió-. Creían que ser religiosos, que ser personas buenas significaba ir siempre bien, también educados y muchas veces fingir que lo eran, ¿no? Esta es la hipocresía de la murmuración”.
“Sin embargo, la alegría del Padre, Dios, es la del amor: nos ama –concluyó-. ‘Pero yo soy un pecador, ¡he hecho esto, esto, esto!’… ‘Pero yo te amo igualmente y vengo a buscarte para llevarte a casa’. Este es nuestro Padre. Pensemos”.