A algunos padres les pillan por sorpresa algunas actitudes de sus hijos que les hacen preguntarse si estarán pasando ya una crisis preadolescente y cómo afrontarla.
Conversaciones después del colegio: "¡Ya no reconozco a Cipriano! Da portazos, grita o se enfurruña, discute con sus hermanos". Lidia, angustiada, ya no sabe cómo manejar a su hijo de 9 años.
Clara está desorientada por la última, su hija de 10 años: "Eugenia es hipersensible, se ofende por nada. Se pasa horas frente al espejo, sueña con maquillarse y vestirse como una colegiala. Ya está pensando en su aspecto físico."
Un padre añade: "Carlos se mete en todo, discute, analiza, se mete en los detalles sin parar. ¡Un verdadero preadolescente!".
Preadolescencia: la palabra está en boca de todos. ¿Es un invento de los padres laxos, orgullosos de tener ya hijos casi "adolescentes", o es una estrategia de marketing, en busca de un nuevo perfil de consumidor?
Para las psicólogas Bernadette Lemoine y Véronique Lemoine-Cordier, los niños han cambiado realmente en profundidad en los últimos años.
Hay que reconocerlo y tenerlo en cuenta. "En mi consulta, hoy no trato en absoluto con los mismos niños", analiza Véronique Lemoine-Cordier.
Sin embargo, matiza:
Entonces, ¿cómo ayudar a crecer a este pequeño mutante? La psicóloga responde:
El padre Xavier Piron, habla así de los niños entre los 8 y los 12 años:
Anne Kolly, profesora y formadora Montessori, lleva más de veinticinco años observando a los niños:
Esta es la época de los clanes, de los códigos, de las exclusiones. Cipriano se aísla en casa, pero tiene un buen grupo de amigos en la escuela y en el rugby.
Hoy en día, es difícil dejar que el preadolescente disfrute de la naturaleza por sí mismo, para satisfacer su necesidad de autonomía.
El escultismo, los campamentos y los patrocinios son excelentes alternativas. Le llevan a asumir riesgos medidos dentro de un marco seguro.
"No se puede concebir la libertad sin responsabilidad", recuerda la formadora Montessori.
Cipriano quiere ir solo en bicicleta a casa de sus amigos, a unos cuantos kilómetros de distancia...
Sus padres le acompañarán por primera vez, señalándole los peligros y fijándole una hora que ha de estar de vuelta.
Hay que tener cuidado de no dar al niño una libertad que no es capaz de asumir, advierte el padre Piron:
También para Bernadette Lemoine, la libertad está condicionada:
Otro punto esencial: la educación para la frustración en una sociedad que ofrece todo tipo de placeres inmediatos.
"El niño es maleable, manipulable, es esencial que aprenda a elegir lo que es bueno para él, y esto puede ser menos deseable que lo que le tienta. Está en juego la educación de la voluntad", aconsejan Bernadette Lemoine y Véronique Lemoine-Cordier.
Dar al niño todo lo que pide es mantenerlo en una ilusión de omnipotencia.
Al aprender a elegir lo que es bueno para él o ella, a buscar lo auténtico, el niño dominará poco a poco su afectividad y aprenderá a gestionar sus emociones. Véronique Lemoine-Cordier explica:
Por último, su equilibrio depende de la autoridad bien ponderada de sus padres.
Si saben establecer normas y no tienen miedo de establecer una relación vertical con él, podrá crecer con seguridad.
"La palabra 'autoridad' tiene la misma raíz que la palabra 'tutor'", dice Anne Kolly. "Sin ella, el niño no puede construirse a sí mismo ni impulsarse hacia la luz".
Solange du Hamel