Decir buenos días, gracias, adiós… es parte del ABC de la educación. Aquí algunos consejos para enseñar estas palabras de amabilidad a los niños ya desde pequeñosA veces, cuando nos cruzamos con un niño muy educado, decimos que menuda suerte han tenido los padres, como si la cortesía fuera una cuestión de suerte. Sin embargo, las buenas maneras no surgen por fruto del azar.
La cortesía no aparece de repente en la mayoría sino que debe adquirirse. Es el fruto del trabajo paciente y constante de padres preocupados por el bien del niño.
La cortesía hace de la vida diaria algo infinitamente más agradable de vivir y las relaciones humanas mucho más fáciles. Es como aceite en unos engranajes.
La cortesía es agradable para quien disfruta de ella, pero también para quien la posee. Miremos, en efecto, lo cómodo que se siente con un adulto un niño que sabe decir buenos días.
De la misma manera, quien sabe decir gracias sabe que ha sido objeto de atenciones por parte del otro. Así que es urgente que enseñemos a nuestros hijos desde que son muy pequeños estas normas de cortesía.
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La repetición da frutos
Sin duda, esto es lo que ha entorpecido la transmisión de este arte de la vida: la cortesía se considera como una serie de reglas y convenciones sociales de las que habría que liberarse.
Se pasó el tiempo en que los padres mantenían una distancia con sus hijos, ahora se han convertido en colegas.
Sin embargo, el ejercicio de la cortesía necesita una relación de superior a inferior, de alguien que da a alguien que recibe, de educador a educado. Esta distancia es la que permite el reconocimiento.
Es necesario que nos apliquemos con prontitud (porque todo es más fácil cuando se aborda pronto) en la adquisición de cortesía por el bien de nuestros hijos y el nuestro.
A partir de los 18 meses el niño puede decir gracias. Todavía no habla, pero no importa, va a imitar el gesto de su madre que le da una galleta abriendo y cerrando su mano: primer gesto de reconocimiento que dice gracias.
Rápidamente, podremos enseñarle a esperarse para ceder el paso a un adulto, hacerle repetir “Perdón, señora” o “Perdón, señor”, cuando se cruce con una persona y la empuje un poco sin querer. Y no hay que olvidar el “Buenos días”.
¿Y si no respeta las normas de cortesía?
Aplicarse en esta enseñanza significa que no se hace de golpe, sino que solamente la constancia, es decir, la repetición, da frutos. Esta constancia sólo será eficaz si es coherente, o sea, si el niño padece las consecuencias de su descortesía.
¿No quieres decir buenos días? Pues nos volvemos a casa. ¿No le has sujetado la puerta a la señora? Pues vas a disculparte. ¿Mi hijo no ha dicho gracias? Pues le quito el dulce de la mano, con pena en el corazón, pero con la seguridad de que así le queremos deseándole lo mejor.
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Por Inès de Franclieu