La confrontación y las consecuencias que puede engendrar dan miedo. Sin embargo, aceptar el enfrentamiento puede ser beneficioso para la pareja, siempre que se sigan unas reglas básicas.
“Con mi esposa, a menudo entramos en conflicto”, confiesa Édouard. “Y ya no soporto más esas escenas que nos agotan y nos dejan agitados y frustrados. Cuando no estamos de acuerdo, prefiero detener la discusión, cosa que enfada todavía más a mi mujer. Y en la actualidad, temo que nos hayamos equivocado al decidir casarnos”. Situaciones parecidas a esta son comunes para muchas parejas.
Al mirar más concretamente tanto a los elementos desencadenantes, el desarrollo y las sensaciones de estos conflictos destructores, parece que estos conflictos suceden durante confrontaciones de ideas, de sentimientos o de intenciones antagonistas entre los cónyuges. Los que bajan la bandera cada vez que se presenta esta situación lo hacen porque se sienten incapaces de sostener la discusión y de hacer frente a la situación. Se sienten en peligro y prefieren esquivarlo. Pero ¿es conveniente esta actitud para afrontar los conflictos?
Los beneficios de los conflictos en pareja
Hay quien podría pensar que se trata de una actitud prudente. Pero no hay que confundirse: aunque la huida evite el conflicto abierto, no erradica la oposición de base que queda, pues, latente y continúa envenenando el fondo de la relación. ¿Hay que evitar siempre este conflicto tan temido? ¿No podría ser una ocasión para tener en cuenta la individualidad del cónyuge? ¿Una forma de darle testimonio del respeto que suscita su amor?
No hay que temer exponer una oposición. Esto permite que cada uno exista tal y como es, a condición de que se planteen las preguntas adecuadas y de que se conozcan las reglas para no herir demasiado al otro. Durante esas confrontaciones, es importante plantearse esta pregunta: “¿Sé distinguir los diferentes sentimientos que me motivan (el temor de mi propia agresividad que podría dañar a mi cónyuge, mi terquedad personal…) de la cuestión de fondo?”. ¡Con una insatisfacción no compartida en uno o varios ámbitos se corre el peligro de crear animosidad!
Algunas reglas que seguir antes de abordar una confrontación
Antes de atreverse a iniciar una confrontación, por un lado habría que admitir que sufrimos con estas situaciones de oposición (y decírselo al cónyuge) y, por otro lado, aceptar la idea de que estas confrontaciones no van a causar mal.
Para ello, será necesario respetar ciertas normas básicas: hablar en primera persona (“Siento que…”, “Preferiría…”) y demostrar una escucha activa, es decir, poner el acento en la satisfacción mutua de las necesidades.
Marie-Noël Florant