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¿Cómo reaccionar ante las mentiras de un niño?

CHILD LIES
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Edifa - publicado el 04/05/20
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Como los adultos, los niños no dicen siempre toda la verdad. Sin embargo, cuando cultivan la mentira de forma repetida, la situación inquieta a los padres: ¿cómo hacer frente a este mal hábito y qué actitud adoptar?

“¡Se inventa las cosas!”, lamenta Anna de su pequeña hija de 4 años, que cada tarde le cuenta historias de lo más estrambóticas. “Tanto, que ya no sé distinguir la verdad”.

Discernir lo verdadero de lo falso es algo bastante difícil ante los pequeños arreglos de la realidad a los que son aficionados los niños. Pero que no cunda el pánico: en todos los pequeños, la mentira es a menudo más una manifestación de la imaginación infantil que una intención real de engañar a los adultos.

En efecto, hasta la edad de los ocho o nueve años, el niño no diferencia siempre bien entre lo imaginario y lo real y se descubre a menudo incapaz de ponerse en la piel de su interlocutor y, por lo tanto, de comprender bien el impacto de sus distanciamientos con la verdad.

Así que contará historias abracadabrantes o modificará una historia real con tal de hacerla más interesante. Pero, ¿qué pasa con las mentiras reiteradas?

Las razones que empujan a un niño a mentir

Con frecuencia, el motivo es que el niño intenta llamar la atención. La mentira repetida es a menudo un llamamiento: por ser el hermano pequeño al que no siempre escuchamos; por problemas familiares que dificultan la disponibilidad de los padres…

Más tarde, cuando el niño ya ha integrado la ley moral y las prohibiciones que derivan de ella, la mentira puede convertirse en un medio para escapar de situaciones delicadas y evitar la sanción. “¡No es culpa mía!”; “Fue él quien…”; “Todos los demás lo hacen”… ¡Qué padre no ha escuchado estas cantinelas?

En este caso, es importante no dejarse engañar y devolver al niño a la realidad. De otro modo, se vería reforzado en un proceso de pérdida de responsabilidad frente a sus actos y de pérdida de confianza por parte del adulto. Que le sancionen la mentira le permite madurar.

A veces, el niño miente para escapar de un padre o madre al que siente como demasiado invasivo. Es el dilema de la adolescencia, donde equilibrar el respeto a la intimidad del joven y la presencia legítima de los padres constituye una línea finísima de discernimiento. En otros casos la mentira puede ser un signo de baja autoestima: ¿qué hay más eficaz para atraer el amor y la compasión que inventarse escenarios en los que el niño sería el héroe?

Las reacciones bondadosas frente a las mentiras del niño

Frente a esta situación, ¿cómo deben reaccionar los padres? Tienen que devolver al niño a la realidad, recordándose que cuanto más “rentables” salgan las mentiras, más aumenta el riesgo de que se repitan.

¿El niño busca atención? Hay que mantenerse un poco fríos ante sus intenciones.

¿Busca confrontación? La mejor actitud que se puede adoptar entonces es no reaccionar. Los padres deben insistir en los valores en que creen más que en la mentira en sí.

¿El niño miente para quitarse culpa por un error? Los padres pueden repetirle cuáles son sus ideales, sin olvidar insistir en las consecuencias de sus actos: “Tú dices que esos cigarrillos no son tuyos, pero no te creo. Sobre todo pienso que tienes miedo a mi reacción”. Pero como falta confesada está medio perdonada, conviene destacar su valentía si dice la verdad.

En cuanto al castigo, es importante aplicar la consecuencia prevista, ¡no sea que acusen a los padres de ser injustos! Sin embargo, los padres deben instar al niño a reparar sus actos más que infligirle un castigo carente de sentido. Por último, convendría que los padres se plantearan de vez en cuando la siguiente pregunta: y yo, ¿miento alguna vez a mis hijos?

Anne Gavini

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