La oración en familia permite el crecimiento espiritual de sus miembros y el fortalecimiento de los lazos familiares, pero no basta con querer establecerla en el hogar, hay que saber cómo hacerlo
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La Madre Teresa dijo: “Transmite la oración a tu familia, transmítela a tus hijos. Enséñales a rezar. Porque el niño que reza es un niño feliz. Una familia que reza es una familia unida.”
La oración entre padres e hijos es más fácil que la oración en pareja, porque los hijos generalmente aceptan rezar con su padre y su madre. Sin embargo, esta oración presenta algunas dificultades, incluyendo el riesgo de abstraerse de la oración, de caer en la rutina.
Dejar que el niño tome la iniciativa
Antes de rezar con los hijos, hay que recordar que no se trata de “hacer rezar a David o a Sandra”, sino de rezar realmente con ellos, y que la actitud educativa consiste en apoyar, sugerir, ayudar, respetando la oración del Espíritu Santo en el corazón de los niños.
Lo esencial será enseñar a tus hijos a meditar, a escuchar (cerrar los ojos, pensar en Jesús en su corazón) y luego enseñarles a repasar su día, a dar gracias por todo lo que han recibido, a pedir perdón (cuidado con las sugerencias fácilmente substituibles…).
Podemos usar la lección de catecismo de la semana, repetir juntos un versículo del Evangelio, enseñar a los niños a orar por sus amigos, padres, maestros, enfermos y ancianos a su alrededor, por las grandes intenciones de la Iglesia y del mundo.
La conclusión puede ser una oración formulada, rezada lentamente, una decena del rosario, algunas invocaciones a los santos y a los ángeles de la guarda.
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La estructura general de la oración puede permanecer esencialmente igual, pero se debe tener cuidado de renovar el contenido.
De vez en cuando, es posible hacer que uno u otro niño prepare la oración, permitir el canto (a los niños les gusta mucho cantar), tener una actitud corporal digna y expresiva de la oración de pie o de rodillas, manos juntas o abiertas, saber cómo variar según los momentos y los días, pero exigiendo a los niños que se comporten de una manera seria y atenta.
Cuando los niños crecen, a veces se les debe invitar a orar a solas, para que se acostumbren a una autonomía responsable en su camino hacia Dios.
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