Suelo compartir contigo este pensamiento que resuena en mi cabeza constantemente: “Si pierdo la gracia, lo pierdo TODO”. Y es que en la gracia ocurren los milagros. Todas las cosas buenas en mi vida y todo lo que Dios me concede, lo recibo estando en gracia. Y, por el contrario, cuando pierdo la gracia, TODO ME VA MAL.
Seguro conoces la historia de la epidemia del cólera en tiempos de Don Bosco. Él envió a los alumnos de su oratorio a que ayudaran a los enfermos garantizándoles que ninguno de ellos se iba a enfermar, y así fue. Miles enfermaron del cólera, pero los jóvenes de don Bosco quedaron todos sanos. Don Bosco puso condiciones para que esto pasara:
“La causa de todo es, sin duda, el pecado”, les dijo. “Si todos vosotros os ponéis en gracia de Dios y no cometéis ningún pecado mortal, yo os aseguro que ninguno será atacado por el cólera; pero, si alguno se obstina en seguir siendo enemigo de Dios o, lo que es peor, lo ofendiera gravemente, a partir de este momento yo no podría garantizar lo mismo para él ni para ningún otro de la casa”.
Don Bosco recibió esa revelación privada, una gracia particular para esos tiempos del colera. Pero no son muy diferentes los nuestros. El estado de gracia tal vez no impedirá que te enfermes si te expones a la enfermedad, pero sí te ayudará a santificar lo que nos pueda ocurrir, lo que hagas con tu vida y ganarás la sonrisa de Dios, quien te mirará complacido.
Ponernos en gracia de Dios en estos tiempos de Pandemia por el nuevo Coronavirus es una tabla de salvación. Y debemos aferrarnos a ella.
Viendo lo que ocurre en Italia y otros países que empieza a ocurrir en mi país, Panamá, pensé mucho en ello. Es una tragedia que cierren las Iglesias y es peor aún no poder recibir los sacramentos, dejar a un lado la vida sacramental. He pasado con esa inquietud en el alma.
Leímos de España y otros paises, sobre los sacerdotes valientes y decididos, que se mantienen visitando a los enfermos, llevándoles los sacramentos y consuelo espiritual, con las debidas precauciones, de seguridad e higiene. Los sacerdotes están dando los auxilios a los fieles.
Pero, y ¿en los lugares que no hay sacerdotes disponibles por esta Pandemia? ¿Cómo hacen ahora esas buenas personas para confesarse durante esta y recuperar su amistad con Dios? ¿Cómo hacen los enfermos del Coronavirus a los que no puede acercarse un sacerdote por lo del contagio? ¿Cómo hace el que acude a la Iglesia y la encuentra cerrada?
Con en esta Pandemia vemos el valor de un sacerdote, que al darnos la absolución abre las puertas del cielo.
Entonces, sin un sacerdote que no confiese, ¿Cómo borrar nuestros pecados? En la Biblia se encuentra un pasaje muy interesante sobre dar limosna, ayudar a los pobres y necesitados.
“La limosna libra de la muerte y purifica de todo pecado.” (Tobías 12, 9)
“El agua apaga el fuego llameante, la limosna perdona los pecados.” (Eclesiástico 3, 30)
La limosna nos ayuda a librarnos del pecado y agrada a Dios quien te recompensara por ello en esta vida y la otra.
Pero estamos en una pandemia, no puedes salir de tu casa por cuarentena o estás muy enfermo con el Coronavirus. ¿Qué haces?
La respuesta está en el Catecismo de nuestra Iglesia. Y es para casos extremos como un naufragio o un accidente en una montaña o un lugar donde no podrás hallar a un sacerdote. Bien puede aplicarse a esta pandemia que está causando estragos en el mundo, en ciertas circunstancias.
Debes sentir el deseo de confesarte sacramentalmente, tener un sincero arrepentimiento. Haces un examen de conciencia seguido de una contrición perfecta pidiendo a Dios perdón por todos esos pecados, con el propósito de no volver a pecar y de confesarte tan pronto se presente la ocasión.
“Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama “contrición perfecta”(contrición de caridad). Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales, si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental”. (Catecismo 1452)
Si puedes confesarte y recuperar tu estado de gracia, ni siquiera lo pienses, anda, acude a un sacerdote hoy mismo. Y si para ti no es posible en este momento, por la Pandemia que te atrapó y te impide salir de casa o estás enfermo…
Ponte en la presencia de Dios, reza, pide perdón con una contrición perfecta que es: “un intenso dolor y arrepentimiento del pecado cometido, con propósito de no pecar en adelante”, sabiendo que te deberás confesar tan pronto pase esta Pandemia y todo se normalice.
Ahora vive tranquilo, en paz, en las manos y la presencia de Dios, sin temor, con alegría. Bien decía el Papa Benedicto: “Quien vive en las manos de Dios, siempre cae en las manos de Dios”.
¡Ánimo!
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En varios países estamos en CUARENTENA forzada o voluntaria, por la Pandemia. ¿Cómo aprovechar el tiempo? Queremos sugerirte la lectura de libros católicos. Te ayudarán en este tiempo de prueba. Puedes leerlos con facilidad en tu Tableta, teléfono móvil, computadora, lector de libros digitales…
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