He visto ataques en las redes sociales a nuestra Madre del Cielo. Y he visto un profundo silencio entre los que debemos poner nuestras voces para defender su dignidad como la llena de gracia y Madre de nuestro Salvador. Urgen católicos convencidos, defensores de la fe.
Quisiera tener el coraje y sabiduría de JUAN DUNS ESCOTO, teólogo medieval, el monje franciscano que defendió al Papa Bonifacio VIII y la integridad de nuestra Madre del cielo con la doctrina de la Inmaculada Concepción, “según la cual María santísima estuvo exenta del pecado original desde el primer instante de su concepción”. Lo hizo con valor y la certeza de la fe, a pesar de los muchos riesgos que corrió y de la incomprensión de muchos.
El Papa Benedicto XVI en una audiencia General el 7 de julio de 2010 habló de este fraile singular.
Hay una película maravillosa sobre la vida de Duns Scoto que te recomiendo ver. “Scoto: el defensor de la Inmaculada”.
No saldrás defraudado. Es inspiradora y te llena de esperanza.
Nuestra iglesia necesita “defensores de la fe”, de la Virgen Santísima, que con caridad, misericordia, humildad, conocimiento de nuestra fe y sabiduría, se pongan en pie y hablen. La verdad siempre va a prevalecer.
Anhelo ser de esos católicos valientes, defensores de nuestra fe, que no temen defenderla ante los ataques constantes en las redes sociales. La fe es un tesoro que se nos ha confiado y que debemos custodiar y compartir.
Debemos volver a leer el catecismo católico, los documentos de la iglesia, conocer nuestra fe y vivir con espíritu de plegaria y caridad para todos. Hay que leer las Sagradas Escrituras. Que nos reconozcan por nuestro amor y determinación.
Hay tanta confusión a nuestro alrededor.
Urge de nuestros sacerdotes que nos recuerden en sus homilías las verdades de nuestra fe, el amor de la Virgen por la humanidad y nos ayuden a tener el coraje de declararnos católicos sin timidez y a vivir nuestra fe en el amor y dar ejemplo con ello.
Vale más el ejemplo que las palabras, pero ambos son necesarios. Es importarte ser valientes y defender nuestra fe y es más importante dar ejemplo a los demás con nuestras vidas.
Discutía con un ateo en las redes sociales. Le hablaba del amor de Dios, de nuestra fe. Y me respondió: “Hablas del amor, pero discriminan al momento de amar. A este sí, al otro no”. Tuve que reconocer que en parte tenía razón y le pedí perdón. “Procuraré ser mejor”, le dije, “Para que veas en mi vida algo que te de ejemplo y cambies de opinión”.
Me brota del alma, en este momento, un grito profundo de emoción:
“¿Quién Causa Tanta Alegría?
¡La Concepción de María!
¡Viva la Inmaculada!
¡Viva la siempre Virgen María!”