A menudo pienso en estas fuertes palabras que la Virgen María le dijo con tristeza a los pequeños pastores de Fátima en agosto de 1917:«Orad, orad mucho y haced sacrificios por los pecadores. Son muchas almas las que van al infierno porque no hay quien se sacrifique y rece por ellas».
La verdad es que me pongo a reflexionar en ello y es verdad. Me doy cuenta qué poco rezo por los demás, mis hermanos, por los que me hacen daño, nuestros gobernantes, y los sacerdotes para que Dios los conserve en su camino de santidad, por las familias. Por la vida humana, por los grandes pecadores del mundo y por las almas benditas del Purgatorio, nuestras hermanas, para que Dios tenga Misericordia de ellas y las lleva al paraíso.
Un lector de Aleteia me preguntó una vez cómo rezar si nada sentía, y vivía en un estado de desgano y desilusión. “No sé qué hacer”, me dijo. El resto de sus palabras no puedo compartirlas contigo, pero fueron muy fuertes y me dejó muy inquieto porque no sabía qué responder. No tenía para ella una respuesta que pudiera ayudarla.
Es en esos momentos que acudo a Jesús escondido en el sagrario. Le cuento todo y le pido que me oriente. “Dame palabras Señor, qué debo responder?” Recordé en ese momento el maravilloso llamado de Jesús a la humanidad. Él es un amigo extraordinario y las anoté para repetírselas a esta joven:
“Vengan a mí los que van cansados, llevando pesadas cargas, y yo los aliviaré.”
(Mateo 11, 28)
Son las palabras que pienso cuando tengo necesidad de consuelo, de fortaleza, y estoy cansado, sediento de su amor y es entonces cuando voy al sagrario y bebo hasta saciarme de esa fuente de agua viva que brota de su dulcísimo corazón.
Tiempo después supe que su vida había cambiado, Jesús la estaba transformando con su amor infinito, su Ternura y Misericordia.
Abre cualquier diario del mundo, busca un periódico en tu país y lee la primera plana. Te darás cuenta de la urgencia de nuestras oraciones fervorosas, viviendo en la dulce presencia de Dios. Vivir en su amor para reflejarlo al mundo.
Debes rezar, aunque estés cansado, aunque no sientas nada, pero por favor, reza. Pide Misericordia a Dios por los muchos pecados de la humanidad.
Me gusta mucho dar esta respuesta cuando me comentan sobre los males del mundo. Y es algo tan sencillo, al alcance de todo:
“Saquemos nuestros Rosarios y empecemos a rezar.”