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El Salmo que se rezará al cerrar el féretro del Papa

Pope Francis blesses the faithful at the end of his weekly general audience in Paul VI Hall
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Mónica Muñoz - publicado el 21/04/25
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Los funerales del Papa Francisco tendrán muchos ritos importantes, entre ellos, el cierre del féretro mientras se recita el Salmo 41, ¿sabes qué dice este salmo?

La muerte de un Papa siempre causará gran impacto por tratarse del representante de Cristo en la tierra. Y más si el Pontífice fue muy querido, como es el caso del Papa Francisco, el primero de América Latina.

Por eso, los funerales implican que intervengan figuras clave desde el momento del deceso hasta su sepultura. Una de esas ceremonias se realiza antes de la Misa exequial, cuando debe cerrarse el féretro.

Un bello salmo para encomendar al Papa difunto

Después de que se ha rendido respeto a los restos mortales del Santo Padre, que se ha colocado en un ataúd doble de zinc y madera, tiene lugar el cierre del doble féretro, presidido por el cardenal Camarlengo.

Luego el Maestro de las celebraciones Pontificias da lectura al "Rogito" - breve texto con las obras importantes del Papa -. Los asistentes firman dos copias. Acto seguido, cubre el rostro del difunto con un velo de seda blanca.

Ahora toca al Cardenal Camarlengo rociar el cuerpo con agua bendita mientras el Maestro de las Celebraciones Pontificias coloca en el ataúd un recipiente con monedas acuñadas con la imagen del Papa durante su pontificado y el "Rogito" sellado y enrollado en un tubo de metal.

En tanto se coloca la primera tapa del ataúd de zinc, que lleva grabada la cruz, el escudo y una placa con el nombre del pontífice difunto, la duración de su vida y su pontificado, se recita el Salmo 41.

El Salmo es el siguiente:

Salmo 41

Feliz el que se ocupa del débil y del pobre:
el Señor lo librará en el momento del peligro.
El Señor lo protegerá y le dará larga vida,
lo hará dichoso en la tierra
y no lo entregará a la avidez de sus enemigos.
El Señor lo sostendrá en su lecho de dolor
y le devolverá la salud.

Yo dije: «Ten piedad de mí, Señor,
sáname, porque pequé contra ti».
Mis enemigos sólo me auguran desgracias:
«¿Cuándo se morirá y desaparecerá su nombre?»
Si alguien me visita, habla con falsedad,
recoge malas noticias y las divulga al salir.

Mis adversarios se juntan para murmurar contra mí,
y me culpan de los males que padezco, diciendo:
«Una enfermedad incurable ha caído sobre él;
ese que está postrado no volverá a levantarse».

Hasta mi amigo más íntimo, en quien yo confiaba,
el que comió mi pan, se puso contra mí.
Pero tú, Señor, ten piedad de mí;
levántame y les daré su merecido.

En esto reconozco que tú me amas,
en que mi enemigo no canta victoria sobre mí.
Tú me sostuviste a causa de mi integridad,
y me mantienes para siempre en tu presencia.

¡Bendito sea el Señor, el Dios de Israel,
desde siempre y para siempre!
¡Amén! ¡Amén!

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